Había una vez un repartidor de pizzas, llamado Pizzeto, cuya misión era llevar la cena a las casas de los clientes para que estos pudieran comer tranquilamente.
Las pizzas iban metidas en una funda, y las llevaba en moto, en un cajón con candado, que llevan las motos detrás del asiento.
Pizzeto solía dejar el cajón de las pizzas sin cerrar, porque así hacía las entregas más rápido.
Un día, iba tranquilamente a entregar unas pizzas, cuando de repente aparecieron dos coches, y le robaron las pizzas.
Pizzeto les siguió disimuladamente y vio cómo, al llegar al destino del cliente, se hacían pasar por pizzeros.
Una vez que les abrieron la puerta a los ladrones, éstos entraron violentamente y ataron a unas sillas a todos los que vivían en la casa.
Pizzeto, que lo vio todo por la ventana de la casa llamó a la policía, y les avisó de que una familia corría peligro.
Mientras llegaba la policía, él se hizo pasar por policía, y les dijo: «Están rodeados! Salgan de la casa con las manos en alto y los ojos cerrados, están detenidos!»
Los ladrones al escuchar esto, se asustaron y empezaron a salir con las manos en alto y los ojos cerrados, y Pizzeto según salían los iba atando a una farola.
Cuando llegó la policía, Pizzeto se había ocupado de tener a todos los ladrones controlados, recuperó las pizzas, y la familia a la que iba a hacer la entrega, le invitó a que se quedara a cenar pizza.
Pizzeto ese día cenó gratis, pero entendió que debía cerrar siempre el candado del cajón de las pizzas, para que nadie le robara.
FIN
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