SER, LA SERPIENTE APLICADA

Jugaban los alumnos del colegio en el patio. Era un colegio muy viejo en las paredes del patio había muchos agujeros. Las raíces de los árboles del patio se incrustaban por los agujeros de las paredes. Aquellos árboles eran grandísimos deberían tener varios cientos de años.

Allí jugaban cada tarde los alumnos del colegio de mi pueblo. Aun recuerdo lo que ocurrió aquel año de curso, y esto que os voy ha contar se los puedo asegurar porque yo estaba allí.

Yo era uno de esos alumnos de los que jugaban en el patio. Una tarde, cuando ya habíamos acabado las clases, como siempre, bajábamos al patio a jugar. Todos no, muchos se quedaban más tarde en la clase por castigo por no atender a la profesora. Dos de mis mejores amigos se habían quedado castigados aquella tarde.

Uno era Pedro y el otro mi primo Francisco. De nuestra pandilla, que la formábamos cuatro, solo bajamos José y yo, por cierto mi nombre es Antonio.

Recuerdo como nos sentamos, José y yo, en uno de los montones de piedras que habían en el patio, pegados a aquella pared vieja. Eran las piedras que habían caído de los agujeros que tenia la pared.

Allí sentados esperábamos a que Pedro y mi primo francisco, cumplieran el castigo impuesto por la profesora. Mientras los demás niños jugaban por todo el patio, nosotros hablábamos del motivo del castigo impuesto por la profesora a mis amigos.

José decía que era injusto, que la profesora no debió de castigarles, solo porque estuvieran hablando un poco.

Antonio – «Estoy de acuerdo contigo José, tanto con ese cuento de que debemos de aplicarnos más.»

José – «Nosotros lo único que hacemos es hablar un poco».

Antonio – «Yo creo que esa profesora es una bruja».

Y comenzamos a reír. De pronto, una voz muy suave dijo: «No creáis eso que dices, la profesora se preocupa mucho por vosotros».
Por un momento nos quedamos callados mirando asía un lado y otro.

Antonio – «¿José tu has oído algo?»

José – «¿me dices si he oído una voz?»

Antonio – «Sí, una voz que habla de la profesora».

José – «yo sí».

Nos levantamos y corrimos alegándonos de aquel lugar. Llegamos hasta donde jugaban los demás niños. Allí mirábamos hacia las piedras donde habíamos estado sentados, pero seguíamos sin ver a nadie por aquella zona.

José – «No conozco nadie que tenga esa voz ni en el colegio ni fuera de aquí».

Antonio – «yo sí, no exactamente así, pero muy parecida»

José – ¿Quién?

Antonio- «Mi abuela habla muy parecido, pero vamos que mi abuela esta en Sevilla en su casa».

Ya bajaban Francisco y Pedro hacia el patio y se dirigían hasta nosotros.

Antonio – «No les cuentes nada de esto José».

Llegaron y francisco dijo:

Francisco – «Vamos a las piedras a jugar».

José – «Francisco a las piedras no, que de allí sale una voz como la de vuestra abuela».

Francisco – ¿Pero que dice este, estas loco o que?.

Antonio – Te dije que no dijeras nada, José.

Francisco «¿Nada de que?, vamos cuenta.

Les contamos lo ocurrido mientras les esperábamos a que ellos salieran del castigo. Luego decidimos ir otra vez hasta las piedras los cuatros juntos. Cuando llegamos no se oía nada solo los gritos a lo lejos de los demás niños jugando. Estuvimos allí un buen rato pero seguíamos sin oír nada, incluso nos sentamos de la misma forma en la que estábamos sentados cuando lo oímos, pero seguíamos sin oír nada.

Sonó la campanilla de aviso y nos tuvimos que marchar. Al día siguiente, decidimos estar muy atentos en clase los cuatros para no ser castigados y poder estar a la misma hora que el día anterior en las piedras, porque a José se le ocurrió decir que a lo mejor solo se oía esa voz justo a la hora de salir al patio.

Llego la hora de salir al patio y así fue como los cuatros pudimos salir sin castigo, corrimos hasta las piedras, José y yo nos sentamos cada uno en el mismo lugar en el que estuvimos el día anterior y Pedro y Francisco, se quedaron allí de pie un poco apartados. Seguíamos sin oír nada.

Antonio – «Y si hablamos otra vez de la profesora…»

José – «La… profesora es…una…bruja».

Después de decirlo estuvimos un ratito callados, pero seguíamos sin oír nada, y empezamos a gritar los cuatros: «LA PROFESORA ES UNA BRUJA». Y de repente, se oyó la dulce voz.

«Ay, algún día si seguéis de esta manera os arrepentiréis de no dejar que la profesora os enseñe. Y Luego será tarde, como le han pasado a muchos. Que yo ya he vistos a muchos como vosotros en todos estos años», dijo la dulce voz.

José y yo nos quedamos bastante tranquilos, creo por que ya sabíamos como sonaba aquella voz y de lo que hablaba, pero Francisco y Pedro se pusieron muy nerviosos y no pudieron controlar el miedo que les entro y corrieron alegándose de allí.

José – «Vámonos con ellos, Antonio».

Antonio – «¿A donde?, espera quiero preguntar quien es». José ya se había puesto de pie y yo seguía allí sentado.

Antonio – «¿Quién eres?, porque yo no te veo…»

La voz – «Mira aquí, aquí, hacia arriba, en el agujero».

Miré hacia el agujero y vi una serpiente grandísima que me estaba mirando fijamente.

La voz – «No te asustes, yo también soy alumno del colegio».

Antonio – ¿Pero qué dices? ¿tú alumno del colegio?».

La serpiente – «Sí, yo llegué aquí hace muchos años, cuando no media más de tres o cuatro centímetros, y mira lo grande que estoy, así que imagínate cuantos años llevo ya en el colegio.

Antonio – «Yo no te he visto nuca en clase».

La serpiente – «Ves la rama de aquel árbol, pues ese es mi pupitre, desde allí presto atención de todo lo que enseña a diario la profesora».

Antonio – «pero, ¿tú como puedes hablar?».

La serpiente – «Yo cuando era pequeña estaba sola aquí y lo único que hacía era prestar atención de lo que hablaba la profesora, cada vez me fui aplicando más y más y fíjate, ya no es solo que hable como vosotros, es que puedo daros clases de matemáticas, lengua, ciencias naturales y de historia, y todo se lo debo a las clases de la profesora en todos estos años. Ay, si vosotros fuerais tan aplicados como yo, cuantas cosas más sabríais».

Sonó la campanilla y le dije que me tenía que marchar.

La serpiente – «Sí, yo también, me voy para mi rama que esta tarde tenemos redacción».

Antonio – «Hasta mañana, por cierto, ¿cómo te llamas?».

La serpiente – «No lo sé, nunca he tenido ha nadie que me llame, me puedes llamar Ser».

Regresé a la fila que formábamos para subir a clase, allí José ya le había contado a mi primo y a Pedro, que la voz provenía de una serpiente.

Francisco – «¿Es cierto eso?».

Antonio – «Sí, así es».

Pedro – «Hay que decírselo a la profesora».

Antonio – «No, eso no lo hagas».

Francisco – «Y si es venenosa y esta intentado de mordernos».

Antonio – «No, ella sólo quiere estudiar».

Pedro – «¡Estás loco!».

Antonio – «El que hable de esto, se las verá conmigo».

Al día siguiente, estuve muy aplicado en clase para no ser castigado, hasta la profesora me hizo un comentario para felicitarme. Bajé al patio, esta vez se quedaron castigados, Pedro, José y mi primo, porque no pararon de hablar en clase, creo que no dejaban de hacer comentarios de la serpiente.

Llegué a las piedras, allí llamé a la serpiente.

Antonio – «¡Ser, Ser!.

Ser – «Sí, ya llego».

Bajaba por unas de las ramas hasta el muro.

Antonio – «Ser, dicen mis amigos que tu eres venenosa y estas tratando de morderme». Ser río un poco y luego dijo:

Ser – «Yo no soy venenosa, es más, al otro lado del muro, si hay varias víboras que esas sí que lo son. Y yo me encargo de que nunca pasen hacia este lado. Ya me he tenido que enfrentar a ellas, porque intentaban pasar al patio cuando vosotros jugabais.

Antonio – «¿Quieres decir que tú nos proteges de ellas?».

Ser – «Claro, entre ellas me llaman la guardiana del muro».

Al mismo tiempo, se acercaban unos niños que habían oído de Pedro, José y mi primo que yo hablaba con una serpiente. Uno de ellos dijo: «¿Dónde está la serpiente que habla?.

Ser se deslizó por entremedio del muro perdiéndose en él, sin que ninguno le pudiera ver.

Antonio – «No, no hay ninguna serpiente».

Alguno de los otros niños dijo: «Subiré y se lo diré a la profesora», y corrieron hacia la clase.

Estuve por allí intentando disimular que todo era una invención mía. Llegó la profesora con muchos de los niños acompañándola hasta el lugar de las piedras
y me llamó.

Profesora – «Antonio, ven aquí».

Antonio – «Sí, profesora».

Profesora – «Cuéntame qué ocurre aquí con lo de una serpiente».

Antonio – «No nada, ha sido sólo una broma».

Profesora «Bueno este bien ya, a partir de ahora mismo no quiero ver a nadie jugando cerca de esta pared, hablaré con el director porque esta pared no puede seguir más tiempo así, sabrá dios que de cosas habrá aquí».

José – «Profesora, la serpiente también se sube por los árboles».

Profesora – «Está bien, también habrá que podar los árboles, que parece este patio una selva…».

Estuve varios días intentando ver a Ser pero no pude. Un día llegaron unos trabajadores y podaron todas las ramas de los árboles y al día siguiente, con una camioneta limpiaron todas las piedras caídas de aquella pared. Pero no quedó sólo en eso, sino que también vinieron unos fumigadores y fumigaron toda la pared.

Le pregunte a uno de ellos: «Oiga, por favor, ¿me puede decir para que es eso?.

Fumigador – «Para que no quede ningún bicho viviente en esta ruina de pared».

Antonio – «¿Las serpientes también morirán?».

Fumigador – «Todo, todo, chico no quedara nada».

Pasaron varias semanas, yo ya di por muerta a la pobre Ser, pero un día, estando junto a la pared viendo un partido de fútbol, que jugaban los chicos de mi clase contra otros de otra clase, al marcar un gol unos de mis compañeros, yo grité: «¡Gol!».

Y de pronto, oí otra vez su voz: «Ha sido un buen gol».

FIN

Cuento infantil escrito por: Jose Antonio Zayas Salazar

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5 pensamientos en “SER, LA SERPIENTE APLICADA

  1. Pingback: Fables for Kids | THE STUDIOUS SNAKE | Educational Story for Children

  2. Lolita

    Está muy chulo, pero el final sobra. Debería haber terminado en: «La serpiente – “Sí, yo también, me voy para mi rama que esta tarde tenemos redacción”.

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