Cuento Corto para niños; escrito por: Ulica Tizaber
Clara por las mañanas se despertaba siempre de mal humor. Unas veces era porque se había quedado dormida bastante tarde la noche anterior, o porque había estado tosiendo toda la noche, o porque tenía hambre por haber cenado poco.
El caso era que todos los días eran iguales. Ella se vestía, se peinaba, iba a la cocina a desayunar, y al rato, otra vez se ponía de mal humor porque no quería desayunar. Los padres de Clara estaban desesperados con la niña.
– «Si desayunara algo, el mal humor se le quitaría de inmediato», – decían entre ellos.
Después de tantos días seguidos con la misma cantinela, los padres de Clara se aburrieron, y dejaron que Clara hiciese lo que le pareciese, con ocho años ya era mayorcita para saber lo que tenía que hacer.
Un día la niña ni se levantó de la cama, estaba muy débil y no tenía fuerza para vestirse ni peinarse. Los padres asustados, llamaron al médico, y cuando éste llegó y la exploró, le dijo a Clara:
«Clara, eres mayor para unas cosas y una bebé para otras. Yo creo que deberías comportarte como una mayor siempre. ¿Sabías que la comida más importante del día es el desayuno?».
La niña con los ojos muy abiertos, intentaba asimilar las palabras del médico, y siguió escuchando:
– «Después de tantas horas sin comer, el cuerpo y el cerebro se levantan con mucha hambre. Hay que hacer un desayuno fuerte para darles fuerza y energía, y seguir haciendo cosas el resto del día. Sin un buen desayuno, estamos perdidos».
Clara entonces preguntó:
– «¿Y si tomo un vaso de leche con galletas es suficiente?»
El médico con una media sonrisa le contestó:
– «Nada de eso. Un buen desayuno consta de un zumo de naranja, un vaso de leche con azúcar y cereales, una pieza de fruta, una tostada con aceite, y como premio, una onza de chocolate».
Clara comenzó a pensar en esa comida tan rica, y le empezó a sonar la tripa de hambre. Se levantó con mucha diligencia, se vistió y corriendo fue a desayunar. Sus padres agradecieron al médico su intervención, y le dijeron que ellos también harían un buen desayuno por las mañanas.
A partir de entonces, Clara y sus padres desayunaban de todo, y salían de casa cargados de energía para afrontar el día con buen humor y alegría. Clara ese día escribió una redacción en clase que se titulaba: – «¡Un buen desayuno!».
FIN
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