Cuento Infantil para niños/as, escrito por: Ulica Tizaber
– «Oro parece, plata no es, quien no lo adivine, muy despistado es».
– «El plátano», – dijo Mariana.
Con esa adivinanza se saludaron en la puerta del colegio Mariana y Mariola, dos niñas muy
estudiosas y curiosas que se pasaban el día jugando a las adivinanzas. Ellas eran especiales, se retaban constantemente para adivinarlas, y siempre quedaban empatadas, las dos eran unas expertas.
Para dar la solución a la adivinanza se daban como plazo dos horas, y lo normal era que en cuestión de minutos ya tuvieran el resultado. Cuando esto sucedía, enseguida se les ocurría otra para seguir con el juego:
– «Colgada en la pared me tienen y con la tiza me hieren».
– «La pizarra», – dijo Mariola al cabo de unos segundos.
Un día, las adivinanzas que se propusieron eran algo más complicadas, ya que dentro del juego y el reto que estaban teniendo, el nivel de dificultad lo iban aumentando para darle más emoción y hacer más divertido el momento.
– «Niños y niñas, con sus profesores, pupitres y sillas, pizarras y flores, libros y cuadernos, tizas, borradores, muchos lapiceros de varios colores. Allí tu vas. ¿Lo adivinarás?».
Mariola al oíe la adivinanza que su amiga le propuso se quedó paralizada, era complicada de verdad, menudo reto tenía por delante, así que se puso manos a la obra, y comenzó a barajar posibles respuestas.
Como después de un rato no lograba encontrar una solución correcta, retó a Mariana con otra adivinanza:
– «Sirviente soy de sabios, mi oficio, aunque me faltan lengua y labios, es decir la verdad y la mentira a todo el que me mira, y tanto más me estiman mis señores, cuanto más firme tengo los colores».
Las dos niñas estaban enfrascadas en las adivinanzas, y no se dieron cuenta de que el plazo de dos horas que siempre se ponían ya había pasado. Se hizo de noche y ambas seguían pensando la solución, y se quedaron dormidas.
Al día siguiente se despertaron y recordaron que habían tenido un sueño donde aparecía la solución de las adivinanzas. Estaban tan emocionadas que salieron corriendo de casa para contárselo mutuamente. Cuando se vieron, las palabras se le trababan en la boca, las dos querían decir lo que les había sucedido por la noche, y cuando consiguieron calmarse, una primero y otra después, dieron la solución que habían soñado:
– «El colegio», – dijo Mariola.
– «La tinta», – dijo Mariana.
Se pusieron muy contentas por haber solucionado esas adivinanzas tan difíciles, y estuvieron de acuerdo en que dormir era una forma de solucionar adivinanzas, ya que el cerebro descansa y tiene tiempo para soñar y dar soluciones a las adivinanzas más retadoras.
FIN
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