Cuento Infantil para niños/as; escrito por: El Equipo de Cuentos Infantiles Cortos
Había una vez una tienda de electrodomésticos que tenía todo tipo de máquinas para hacer la vida de hoy en día mucho más sencilla. Allí se podía encontrar desde un frigorífico-congelador de dimensiones industriales hasta una mini-planchadora de pelo de lo más sofisticada, y luego los electrodomésticos más comunes, planchas, tostadoras, aspiradoras, lavaplatos y lavadoras.
Temblona, la lavadora más antigua del lugar, era el aparato más innovador de la tienda, y por tanto, era la lavadora más cara, así que la gente que la visitaba y veía como funcionaba, se quedaba perpleja de que una lavadora pudiera hacer tantas cosas, pero nadie podía pagarla para llevársela a casa, así que Temblona viendo cómo se presentaban las cosas, decidió innovar por su cuenta, y todos los días cuando la tienda cerraba sus puertas al público, se ponía en marcha y se le ocurría algún plan nuevo.
El caso era que Temblona siempre aparecía en un sitio distinto a la mañana siguiente, y sin que la vieran los empleados volvía a su línea de lavadoras de última generación. Sus compañeras le reprendían constantemente:
– «Temblona, deja de moverte. Algún día te van a pillar y volverás al almacén».
Pero ella nunca hacía caso, hasta que un día, uno de los empleados la encontró bloqueando la puerta de acceso a los clientes. Llamó a su jefe y le comentó lo sucedido, Temblona escuchaba atentamente lo que el jefe decidió hacer con ella:
– «Esta lavadora nunca ha estado bien. Se pone en marcha sola y anda cuando centrifuga. La vamos a poner en la entrada y bajaremos el precio, a ver si nos deshacemos de ella de una vez».
Temblona se puso muy triste, querían deshacerse de ella porque se movía, ¡una lavadora tiene que moverse!, los humanos no entendían eso, y antes de que comenzara el horario comercial, Temblona estaba en la entrada de la tienda con un cartel amarillo fluorescente encima, que decía:
– «Oferta especial: lavadora última generación, ¡sólo le falta hablar!, por sólo… ¡¡¡25 temblines!!!».
– «¿Cómo?», – exclamó Temblona, ella que lo hacía todo y tenía un precio inicial de 1.000 temblines, ¡la vendían por 25!. La actitud de la lavadora en oferta cambió radicalmente, se puso seria y esperó a ver lo que pasaba.
Nada más abrir las puertas de la tienda, el primer cliente que entró, la compró. Esa misma tarde la trasladarían a la casa de su nuevo dueño. No tuvo tiempo de despedirse de sus amigas, y eso le hice sentirse más desdichada aún.
El nuevo dueño en cuanto la recibió en su casa, la puso en marcha, él esperaba que la ropa saliera perfecta, casi planchada y sin ninguna mancha, pero cual sería su sorpresa que la ropa salió igual que entró. Muy enfadado el dueño fue a devolverla al día siguiente, y mientras Temblona esperaba en el maletero del coche a que la bajaran a la tienda, les guiñó un mando a sus compañeros los electrodomésticos.
Temblona había engañado al señor que la compró, porque ella no quería irse de su tienda preferida ni separarse de sus amigos. Los empleados la tuvieron en el almacén bastante tiempo, y cuando la sacaron de allí para situarla en la línea de las lavadoras, el precio que le adjudicaron fue muy inferior al original.
Esto le sirvió de lección a Temblona, que aprendió a ser más humilde y más tranquila, dejó de dar paseos por la tienda por las noches, y le daba consejos a los electrodomésticos más innovadores del departamento de I+D, para que no les pasara lo mismo que a ella, que estuvo a punto de quedarse sin amigos por actuar alocadamente, y sin pensar en las consecuencias, a pesar de las advertencias de sus amigas las lavadoras.
FIN
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