Cuento Infantil para niños y niñas, escrito por: El Equipo de Cuentos Infantiles Cortos
Había una vez un señor con barba blanca y ojos azules que vivía en la calle. Era un vagabundo muy querido por la zona, ya que antes de encontrarse en esa situación trabajaba de payaso en el circo del barrio.
La peculiaridad de Alfredo era que a pesar de su situación de pobreza, siempre sonreía y tenía buenas palabras a quien se cruzaba con él. Alfredo era un señor muy feliz y un apasionado del ajedrez, y lo único que aún conservaba de su época circense era ese juego.
Los niños cuando lo veían por la calle, le daban comida porque sabían que pasaba mucha hambre, y Alfredo lo agradecía enormemente.
A la vuelta del colegio, los niños que más le apreciaban siempre se quedaban un rato jugando con él al ajedrez, y los que no sabían jugar, se fueron apuntando en una lista de espera, para que Alfredo les enseñara.
En cuestión de semanas, la lista era kilométrica, y Alfredo tuvo que plantearse dar salida a tal acontecimiento, así que decidió ser profesor de ajedrez a partir de las cinco de la tarde.
Los niños que empezaron a recibir las clases, lo contaban en sus casas, y los padres con una actitud encontrada entre desconfianza y agradecimiento, iban a hablar con Alfredo.
Cuando lo veían con esos harapos, tan delgado de apenas comer, pero con una sonrisa en la boca y una ternura en los ojos que jamás habían visto, enseguida empatizaban con él, ya que era difícil no devolverle la sonrisa o no estar de buen humor a su lado.
Todos los padres de los niños que recibían clases se reunieron porque tenían que formalizar la situación, ya que comenzaba el frío y las clases no se podían dar en la calle. Los padres decidieron aportar una cantidad mensual para alquilar un pequeño local donde Alfredo pudiera vivir y dar sus clases por la tarde.
La idea fue un éxito y Alfredo ya tenía casa y un trabajo con el que vivir más dignamente que en la calle. Poco a poco, se corrió la voz de tal noticia, y niños de otros colegios y otros barrios, acudían con sus padres a que Alfredo les enseñase a jugar al ajedrez. Fue entonces cuando empezaron a pagar por cada clase impartida.
Al cabo de unos meses, Alfredo se presentó con sus mejores alumnos a un concurso de ajedrez. Iban muy bien preparados, tanto que ganaron el premio a los mejores jugadores de la ciudad.
El premio no fue sólo económico, sino también de prestigio, de forma que el ayuntamiento se hizo cargo del local que los padres habían alquilado, lo adecentó y promocionó la labor de Alfredo por todo el país.
Alfredo se convirtió en el mejor profesor de ajedrez del mundo, y para todos los que le fueron conociendo, era la persona más humilde, bondadosa e inteligente que se habían encontrado en sus vidas.
El vagabundo feliz estuvo siempre contento con su vida, y todos los niños alumnos suyos, aprendieron a superar los obstáculos de la vida con una amplia sonrisa y muy buen humor.
FIN
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Muy bueno, es el mejor que he leído hoy. Gracias por compartir. La moraleja es que a pesar de las dificultades o la situación difícil que estemos viviendo nunca debemos perder la sonrisa, la humildad y la fe en Nuestro Señor.
Me encanta leer y sus cuentos me gustan mucho.
ese cuento el vagabundo feliz Alfredo no tiene moraleja y muchos niños nesesitan ese mensaje