Para un correcto desarrollo emocional infantil, no al efecto Pigmalión
¿Es adecuado etiquetar a los niños en sus conductas?
Cuántas veces de manera inconsciente, tanto padres como profesores, se ven en el papel de tener que «criticar» u «opinar» acerca del comportamiento de los niños en su presencia, sin percatarse de lo que un comentario mal interpretado por parte de los más pequeños puede suponer para su desarrollo personal y emocional.
Este comentario en el momento inadecuado o de la forma inapropiada puede tener unos efectos devastadores en la salud de los niños y los adolescentes, produciendo una huella imborrable a lo largo del tiempo sobre su autoconcepto, y como consecuencia, sobre su autoestima y autoconfianza.
Este hecho es lo que suele llamarse el efecto pigmalión, término acuñado por Rosenthal y Jacobson en la década de los 60, que de manera particular se aplicó a lo que sucedía en las aulas, cuando un profesor con ciertas expectativas en un determinado alumno, hacía que de manera inconsciente, éste se comportara tal como estaba pronosticado que iba a suceder, cumpliendo sus expectativas, para bien o para mal.
Formación del autoconcepto
El autoconcepto en todas las personas se forja desde la más tierna infancia, en función de las expectativas que las personas más allegadas y de mayor apego materializan en cada uno, de forma que un mal concepto de los padres, profesores o familia cercana, puede ocasionar una falta de confianza absoluta en el niño, de forma que se sienta inestable para desarrollar determinadas habilidades en un ámbito concreto.
Y no precisamente porque no las posea o no pueda desarrollarlas plenamente, sino porque basta con no creer en él, para que el niño ni siquiera intente demostrarse a sí mismo, si es capaz o no de conseguirlo, y no sólo eso, sino que además se sentirá en condiciones de inferioridad frente a otros iguales, y su autoestima estará en límites inferiores constantemente.
El efecto pigmalión en el hogar
Existe una variedad del efecto pigmalión, que suele suceder en el hogar, cuando entre hermanos se produce un trato diferencial entre uno y otro. Los padres tienden a reñir al que más a menudo se porta mal, sin llegar a comprobar si en esa ocasión también ha sido así, y en cierta manera, los hermanos se comparan, y entre ellos se diferencian de manera negativa y poco adaptativa a su desarrollo.
Somos padres, ¿qué debemos hacer?
La labor de los padres en este aspecto es la de elogiar y motivar a los hijos, ser coherentes con sus comportamientos y tener bien claro que los hijos serán como los padres quieran que sean, de ahí la importancia a la atención que se les preste en sentido siempre positivo, y con el objetivo de su óptimo desarrollo constamente presente.
¿Cómo potenciar la autoestima de los más pequeños?
Existen algunas herramientas para que esta labor sea más llevadera, potenciando la autoestima de los más pequeños de la manera más apropiada para cada uno.
En primer lugar, y totalmente primordial, es aceptar y respetar al niño, con sus limitaciones y habilidades, donde se favorezca su iniciativa y se estimule el descubrimiento y la exploración de su entorno. Con este factor, se cultiva la empatía, se acepta al niño y se le comprende.
Importante también, crear un ambiente acogedor y de confianza, potenciando la comunicación y la escucha activa por parte de lo padres, al mismo tiempo que se presta especial atención al lenguaje verbal y no verbal.
Todo esta atmósfera de buenas intenciones, deben quedar bien definidas, aportando objetivos realistas y alcanzables, en los cuales los hijos se sientan realmente comprometidos, y por tanto, haciéndoles partícipes al establecer las normas y a respetar las mismas.
Y por último, que las expectaitvas que se creen hacia los niños sean positivas, realistas y motivadoras, haciendo siempre juicios positivos que sirvan como refuerzo y motivación a la prolongación en el tiempo de aquello que se ha considerado bueno para su educación y desarrollo.
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