Cuento Infantil para niños, escrito por: Angy Brito
Esta es la historia de una pequeña princesa que soñaba con ser algo, simple y hermoso… la luna.
Cada día una pequeña princesa se paseaba por los jardines de su palacio sin motivos, simplemente para pasar el rato y no sentirse sola. Ella solo contaba con la presencia de su nodriza que la cuidó desde que era un bebé, ya que sus padres nunca estaban, debido que guiar a un pueblo era una carga pesada. Por lo tanto, esta pequeña princesa llamada Hala (en árabe significa hermosa) siempre se sentía sola.
Hala, sólo necesitaba el amor y la atención de las personas que la rodeaban, para no sentirse sola en ese inmenso castillo.
Al llegar la noche, Hala veía las estrellas y al mirar la luna por una extraña razón no se sentía sola. Ella tenía la curiosidad de saber que se sentía ser ella. La luna podía ver cada rincón del planeta y alumbrar el camino de sus habitantes, sabía cada secreto de cada una de las personas que trataban de esconderse en la oscuridad. Sin embargo, la luna podía ver las lágrimas de amores perdidos o sonrisa de felicidad de un niño.
Hala, al salir el sol se despertaba llena de ilusión al saber que algún día podría salir de ese castillo, donde ha estado encerrada toda su vida, pero al fin el día llegó. En su caminata habitual por los jardines, el jardinero olvidó poner el seguro de la puerta de servicio donde entraba el personal. Hala, curiosa abrió la puerta y su sorpresa fue inminente, no supo que hacer… por unos segundos quedó quieta, su corazón se agitaba, ella no lo podía creer. Hala, respiró profundamente y comenzó a caminar, temerosa pero con coraje siguió el camino que la condujo a un carruaje donde el sirviente iba al pueblo a surtir los alimentos para la cena de ese día. Mientras ellos acomodaban las cosas, ella huía en silencio. Llegando al bosque, corrió con todas sus fuerzas tratando de dejar esa tristeza atrás que tanto llevaba en su corazón.
Cuando sus energías se agotaron, se dio cuenta que había un pequeño poblado, unas cuantas casas, pero ella no le importó y siguió su camino. Hasta que algo llamó su atención, vio en una pequeña casa mucho movimiento, de donde salían niños corriendo y felices. Ella los miraba con asombro y curiosidad tratando de indagar la razón de la alegría, ya que no sabía que era ese sentimiento. Hala, entró al lugar y observó que se trataba de una escuela. Asombrada vio que el lugar era pobre y humilde, y que los niños aún así eran felices en su escuela. Ella no supo la razón, ya que siempre ha estado llena de lujos y le habían enseñado que esa era la felicidad. Hala, siguió con su curiosidad hasta que vio a un muchacho que giró y la observó con cuidado.
Hala, era una joven de 15 años, realmente hermosa y muy fina, lo cual sorprendió a este joven. Ella también lo miró detalladamente, miró esos ojos azules que se iluminaban con cada parpadeo, su hermosura también era indescriptible. Él se acercó a saludarla y ella sonrojada se fue corriendo. Ella no sabía que era lo que le pasaba pero solo quería salir corriendo y dejar de pensar en esos ojos azules que entraron en lo más profundo de su mente. Aquel joven la alcanzó en medio de bosque y tomó su mano. Él sabía que ella era una princesa, lo supo desde que la miró a los ojos viendo su inocencia. Él no dijo nada, solo le regaló un collar que siempre llevaba en forma de luna. Hala, agradecida lo tomó y siguió su camino.
En su regreso al castillo, nadie había notado su ausencia pero era obvio que algo había cambiado en ella. Al llegar la noche, como siempre ella miraba la luna, pero esta vez, ella le habló a la luna preguntando quien era aquel muchacho, porqué le regaló ese collar si era lo único de valor que tenía aquel joven.
Pasaron los días, ella nunca se quitaba aquel collar, era recuerdo de aquel muchacho. Pero con el paso del tiempo, la tristeza volvía porque ella no podía verlo ni saber de él, ni de los niños alegres corriendo alrededor. Aquellos recuerdos sólo fueron un momento inolvidable de alegría que vivió por unos segundos. Hala, intentaba escapar, pero siempre fue en vano. Ella nunca supo la verdad. Pasaron los años y ella siguió su vida, hasta llegar a ser una gran reina. Gobernó sin tanto lujos, al contrario, toda su fortuna la usó para ayudar a su pueblo, ya que aquel día comprendió que la alegría no es por la cantidad de dinero, sino por compartir el amor, ser humilde de corazón y el tener el gusto por compartir y ayudar a todas las personas sin importar el nivel social. Su pueblo entendió la enseñanza que ella había dado. Ser humilde no significa pobre, sino rico en sentimientos y sí cada uno es bueno con los demás, siempre llegan recompensas en todos los aspectos. El pueblo nunca fue pobre, al contrario, fue un pueblo lleno de esplendor.
Un día, ella ya con cabello canoso decidió ser luna, y simplemente se quedó en un profundo sueño rodeada de las flores del jardín. Ahora, cada noche podía ver a su amado.
El joven, simplemente supo que la luna siempre lo iluminaba y dibujaba en su exterior una sonrisa y calidez. Pasaron los años, él también siendo un anciano nunca dejó de mirar la luna, que le traía paz, hasta que un día él se volvió la estrella que destella junto a la luna. Así, cada noche Hala y el joven misterioso, se unieron en lo profundo de la noche, siguiendo gobernando aquel pueblo y que además iluminaban cada lagrima o sonrisa de las personas en este mundo.
FIN
– Moraleja del cuento: Un momento de alegría puede cambiar nuestro pensamiento. Los lujos y las riquezas no son lo que llenan la vida, sino el amor, amistad, compañía y humildad hacen a una gran persona. Siempre los sueños se hacen realidad.
– Valores del cuento: Amor. Humildad.
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buen cuento
Acabamos de leer el cuento de hala mi hija y yo su papà, nos gusto mucho, gracias por compartirlo.