Cuento Infantil para niños, escrito por: Giani Carlevaro
Las bocinas sonaban sin cesar, los automóviles zigzagueaban por la Avenida.
Centelleando sin parar, los carteles de neón brindaban una cascada multicolor.
Mientras los bulliciosos peatones se agolpaban en las esquinas, esperando el permiso de los semáforos.
Los conductores apurados, protestaban contra aquellos que demoraban el tránsito. Todo, a un ritmo vertiginoso y enloquecedor, lo único discordante era aquello, lo que estaba allí, sí eso, eso de allí …… oscura, silenciosa y abandonada …., abandonada? Parecía, pero será?.
El comienzo de un nuevo día llegó, y el sol brilló con majestuosidad en la casa abandonada, un fuerte estruendo se escuchó. Sobresaltado y medio dormido, se despertó. Observó por la diminuta ventana y…… ¡que sorpresa! No podía creerlo. Desesperado corrió y se deslizó por las galerías del agujereado árbol. Una vez abajo, “Don Hormiga” anodadado vio como una legión de gigantes con cascos amarillos y ropas grises, rompían todo con grandes martillos.
Una extraña máquina con cadena y una gran bola, destrozaba las paredes de la casa, que caían por doquier. Don hormiga un gran salto tuvo que dar, unas enormes botas se abalanzaron y apunto estuvo de ser aplastado. Trató de llegar donde habían cultivado los hongos, pero fue inútil. Los pies de los gigantes estallaban con gran estruendo a su lado.
Asustado volvió, llamando urgente a reunión familiar. Enmudecidos escucharon y boquiabiertos observaron el desagradable panorama. Comprendieron que urgente de allí debían marcharse.
– «Pero.. ¿como ?, ¿a donde?» – se preguntaron.
– «No estoy seguro» – dijo Don Hormiga.
– «Enfrente podría ser una buena opción».
– «Con mis prismáticos he visto a muchos de los nuestros en la plaza de comidas» – agregó.
– «Pero ¿como llegaremos hasta allí?» – preguntó Doña Hormiga. – «Deberíamos cruzar la Gran Avenida.
– «Lo se, lo se.» – Contestó con gesto de preocupación. – «Algo se me ocurrirá».
– «Mientras y hasta que decida como marcharemos, deberemos salir lo menos posible, fuera es muy peligroso».
Los niños Hormiguin y Hormiguita, ajenos a los temores de sus padres, veían emocionados como su primer gran aventura, estaba por comenzar. Mudanza, viaje, ¡qué emoción!.
Don Hormiga tardó unos días en decidir y una exploración quiso realizar.
La demolición había tomado un ritmo más lento al del comienzo y les había dado un respiro.
– Cuando Mariposa se acerque a la vereda, yo saltaré con el paracaídas y …. «. – oooooohh. – exclamaban los niños con un brillo de orgullo en sus ojos.
– «¿Pero y para volver?» – preguntó Doña Hormiga.
– Todo bien, todo bien. – Contestó el agrandado Don Hormiga.
– Con mis antenas transmitiré un mensaje para que envíen a Mariposa por mí.
Y así fue, el momento del despegue llegó y Mariposa puntualmente aterrizó. El “Comando Hormiga ”, enfundado en oscuras ropas y casco, se despidió ante la algarabía de los niños y el temor de su esposa, con un addío familia, addío.
En el aire, Mariposa voló alto, muy ágilmente, mientras el “Comando“ mucho más temeroso y menos valeroso se aferraba fuertemente a ella.
– «Que lejos estaba el suelo». – pensó. – «¡Cáspita!
Mariposa aleteó un poco más y pronto sobrepasaron la Gran Avenida.
Una vez en el objetivo del salto, Mariposa descendió y Don Hormiga aterrado se preparó.
A la voz de ya cerró los ojos y saltó al vacío. El efímero paracaídas a las mil maravillas funcionó, pero una imprevista ráfaga de viento llevó a eéste hacia la fuente de agua existente en la plaza de comidas. Con tan mala fortuna que allí dio con todos sus trastos y gran chapuzón conquistó. En un santiamén pasó de comando-Hormiga a Hormiga- rana. Como pudo chapoteó y con sus seis patitas casi la orilla alcanzó, cuando …… poofff. Unos niños jugando en el agua embolsaron con las manos a Don Hormiga, arrojándolo lejos, el cual prolongando su mala racha, encima de un minino cayó. Este sintiéndose mojado, locamente corrió maullando sin parar. Y el fugaz “Hormiga-rana” rápidamente paso a ser “Hormiga-saltarín”, pues en un continuo bamboleo se hacía como podía de los húmedos pelos del micifuz .
Cuando el asustado gato cruzar la Gran Avenida pretendió, bruscamente se frenó …… tuuuuu, tuuuu……. – sonaron potentes los bocinazos del camión. Así, ante la repentina frenada , Don hormiga al medio de la calzada fue despedido.
Todo sucedió muy rápido y entre susto y susto, perplejo quedó. Mientras los vehículos le rozaban de un lado y otro. Como pudo llegó al lado contrario.
Era Domingo, hacía calor y la obra estaba vacía. Por lo cual Hormiguín y Hormiguita aprovechaban para chapotear en el agua de una tapita.
– «Papi, papi», – gritaron cuando lo vieron acercarse al gran jardín.
Extenuado, arrastrándose entró a la casa. Una vez reunidos, el fracaso de su expedición contó.
Indecisos estuvieron, hasta que Doña Hormiga con voz imperante, dijo:
– «Debemos el gentil ofrecimiento de Don Palomo aceptar».
De acuerdo estuvieron y a empacar se pusieron. El momento de la partida final llegó y en sendas mochilas sus pertenencias guardaron. Cuando Palomo arribó con una improvisada cabina adosada en su espalda, raudamente subieron y el cruce iniciaron.
Con el vigoroso vuelo de Palomo velozmente rebasaron la Avenida y al llegar los depositó próximo a la plaza de comidas.
Agradecida la “Familia Hormiga” despidió a Don Palomo con los máximos saludos.
– «Dejemos aquí las mochilas». – Dijo Don Hormiga, descargando la suya e iniciando la ascensión de un montículo de piedra .
Todos obedecieron y le siguieron. Ya en la cima del montículo, extasiados vieron como cerca existía una verdadera colonia de hormigas. Obreras, soldados, campesinas, hilanderas, todas allí estaban. Millares de ellas. Habitando y circulando por sus múltiples galerías, yendo continuamente de un lado a otro.
Ellos, sin salir de su embobamiento, en un emotivo abrazo se fundieron, contentos de haber logrado el difícil cruce y entre los suyos poder estar.
Atrás, había quedado el frenesí de la loca avenida.
FIN
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