Cuento Infantil para niños, creado por: Lorena Diaz
Érase una vez una señorita de 65 años, cuyo nombre era Clodomira, su mamá la llamaba de pequeña Clodo, al igual que su ahijado Eusebio.
Clodo era una mujer especialmente extraña, sí, puede ser, además de excéntrica y soltera. El único hombre o proyecto, al cual amaba a su manera, era su pequeño ahijado Eusebio, hijo de su sobrina-nieta Aurelia.
Como todas las mañanas se levantaba al escuchar, según sus propias palabras, el chirrido loco del Gallo Toto. Todos sus animales tenían nombre, por ejemplo: La gata Teresa, que dormía en la mesa, en un trapito amarillito. El Perrito, no por edad sino por tamaño. Porotito que le gustaba comer tomatitos del huertito. El Pajarito Titilo y la Lorita Cocaloca que hablaba varios idiomas, entre ellos el gatuno, el perruno y muy poco el idioma oficial del gallinero. Y no podemos olvidarnos de las chicas, las tres gallinas novias del Gallo Toto: Nani, Tati y Lali, que ponían esos sabrosos y nutritivos huevos con los cuales Clodo le hacía ricas tortas a Eusebio.
Eusebio en todos sus cumpleaños le regalaba presentes coloridas a su madrina, una bincha turquesa adornada con dos tórtolas blancas, una mascada rosa con flores violetas chiquititas, una blusa verde con lunares grandes rojos. Y Clodo se los ponía el día de su cumpleaños, porque sabía que el invitado especial era su querido Eusebio y la mamá.
Ese día había llegado, un poco húmedo, frío y gris; pero para ella era un día radiante. Porotito estaba acostado frente a la chimenea que chisporroteaba y llenaba de calor toda la casa. Cocoloca, la lorita, parloteaba gatuno tratando de entablar una conversación con la Gata Teresa, ésta a su vez la miraba fijamente y después de un rato se dedicó a ignorar a ese bicho verde con plumas que gritaba sin razón y la miraba, al no entender que trataba de hacer se dedicó a limpiarse las manitas con su lengüita.
Clodo ya estaba cambiada para la celebración de sus 66 años, gracias a su despertador plumífero, el Gallo Toto. Esa mañana se había despertado tempranito para recoger lo huevos del gallinero y preparar la torta de cumpleaños, su cumpleaños.
Durante 61 años jamás creyó conveniente festejar su cumpleaños, pero desde que Eusebio llegó a su vida le enseñó lo que era sentirse necesitada y querida sin dar nada a cambio más que su cariño.
Eusebio entendió a sus 4 añitos que él recibía cada vez que cumplía años un regalito, y así empezó a regalarle a su madrina los obsequios que él mismo elegía cuidadosamente para ella en esos días tan especiales.
Y así comenzó la tradición de Clodo, ponerse todo lo que el niño le regalaba con amor y ella lo lucía orgullosa y feliz.
Y colorín colorado este cuento a terminado.
FIN
– Moraleja del cuento: Enseña a dar sin pedir nada a cambio, el echo de dar ya te hace un cambio en la vida. El amor no se compra.
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