Había una vez una farola muy mayor que siempre había estado en el mismo lugar desde hacía muchos años. Ese lugar, era la plaza de un pequeño pueblo cercano al mar.
Durante toda su vida, Claudia la farola había alumbrado la plaza de aquel pequeño pueblo costero junto con otras cuantas farolas más.
Cada día, a la misma hora, justo cuando el sol se escondía dejando la plaza del pueblo sin apenas claridad, Claudia la farola encendía su gran bombilla para devolver la luz y la alegría del pueblo.
Sin embargo, un día, algo horrible ocurrió, justo cuando el sol se estaba poniendo, la farola Claudia no se encendió, y tampoco el resto de farolas de ese pueblo. Claudia le pregunto a su amiga la farola Isabel: «¿Sabes que ha podido ocurrir? Es la primera vez, en más de 50 años que tengo de vida, que me pasa esto…«.
Isabel que estaba tan sorprendida como nuestra alta Claudia, le respondió: «pues no tengo ni idea, no se que a podido pasar, fíjate el pueblo esta a oscuras«.
Pero de repente, se vieron unas cuantas luces que se acercaban hacia la plaza, parecían linternas… Claudia enseguida reconoció a una de las voces que se estaban acercando, era el alcalde del pueblo.
Iba acompañado de otras dos personas más hablando del apagón que tenían en todo el pueblo. El alcalde iba diciendo una y otra vez: «»¡Pero eso no puede ser posible! ¿Como nos hemos podido quedar sin electricidad? No lo entiendo…» decía el alcalde resignado.
Claudia la farola, ahora sin luz, que escuchó todo lo que había dicho el alcalde del pueblo, dijo a su amiga la farola Isabel: «Ya lo sabíamos, tarde o temprano llegaría el día que nos quedaríamos sin luz. Mira el pueblo de la colina aquella, ellos sí tienen luz«.
«Es verdad, todos nosotros sabíamos que pasaría y no hemos hecho nada para evitarlo, sin lugar a dudas, los vecinos de la colina han sido mucho más inteligentes que nosotros, mira qué de aerogeneradores y paneles solares tienen«, le respondió Isabel a Claudia.
El alcalde del pueblo, que vio como sus vecinos de la colina habían sido más listos que él, no pudo hacer otra cosa que seguir los mismos pasos que aquellos vecinos habían hecho años atrás, temiendo que un día se acabara el petróleo, y era utilizar energías limpias como el sol y el viento para producir la energía necesaria para el pueblo.
Así fue como, al cabo de unos meses, Claudia la farola volvió a dar luz como el primer día, lo único que ahora había cambiado el petróleo por recursos naturales como el sol y el viento, que no son contaminantes.
FIN
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Tenemos que ser precavidos, previsores y futuristas.
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Muy lindo, me encanto