Los primos Memo de 6 años y Evan de 8, corrían en el jardín a pesar de la lluvia que caía suave y silenciosa. Pateaban la pelota y brincaban en los charcos, de repente, se extrañaron que ningún adulto les reprendiera.
Sintieron hambre y sed, por lo que se escabulleron por la puerta trasera de la cocina para evitar ser vistos, subieron al cuarto de Memo donde al meterse a bañar dejaron tras de sí un reguero de ropa y tenis chorreados. Se percataron de que aunque era hora de la comida nadie los llamaba pero como el hambre arreciaba bajaron al comedor aún cuando esperaban el regaño correspondiente por sentarse tarde a la mesa. Cual fue su sorpresa que ya desde la escalera sintieron que algo raro pasaba, la mesa estaba servida pero nadie comía.
Memo buscó la mirada de su mamá tratando de adivinar que sucedía , la vió junto a su tía, ambas lloraban despacio, se acercó a ella y con miedo preguntó que pasaba “Hemos recibido una noticia muy triste, tu abuelito ya no estará mas con nosotros” contestó ella.
Memo ni supo, ni pudo decir nada, la abrazó sintiendo que se le formaba una enorme y molesta bola en el estómago, pensó que enfermaba, pero viendo triste a su mamá no dijo nada. Buscó a Evan para platicarle la noticia.
Cuando lo encontró Evan lloraba quedamente sentado en una banquita en la terraza, tampoco a él supo, ni pudo decirle nada, el dolor de estómago crecía.
Todo el día transcurrió en los preparativos para despedir al abuelo.
Al día siguiente Memo tenía preguntas, muchas y no sabía a quien acudir.
Todos parecían tan metidos en sus propios pensamientos, nadie tenía tiempo para explicaciones. Pero como siempre tenía a su primo Evan para platicar y cuando se volvieron a ver, le platicó que el dolor de estómago no se le había quitado desde la noticia del abuelo.
Evan, seriecito como siempre, le explicó “ a lo mejor tienes angustia, eso te dá cuando no sabes algo, a mí me dió una vez cuando llegué al colegio la primera vez y ahora no sabes que va a pasar ya que no veremos mas al abuelo si era tan bueno y nos quería tanto, verdad ¡ Mi abuelito nos dio muchas cosas, era muy alegre y nos abrazaba, te acuerdas cuanto te llevó a brincar al monte de tierra ¡ yo me acuerdo cuando me llevó a comprar un helado y me felicitó porque estando de vacaciones en Estados Unidos lo pedí en inglés.
Y así a cada persona le dió algo bueno, mira, yo me imagino que cuando nacemos Dios nos dá un lienzo blanco para que nosotros lo llenemos con nuestra vida, el abuelo lo llenó con muchos colores, ya no le quedaba un pedacito más. El lienzo de mi abuelo ya estaba completo y se lo fue a entregar a Diosito en el cielo.
Memo escuchó todo esto muy atento, imaginando al abuelo orgulloso de su lienzo en la puerta del cielo, una sonrisa apareció en su rostro, ya no tenía dudas, ni miedo, ni tristeza. Que buen primo era Evan, él si sabía quitar el dolor de estómago.
FIN
Cuento infantil escrito por AIDE GRIJALVA TAMAYO
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