Manolito era un niño muy peculiar, que vivía en el centro de Madrid, junto a la Plaza Mayor. Manolito tenía 7 años y si había algo en el mundo que detestaba con todas sus ganas, eran las clases de gimnasia del colegio.
A Manolito no le gustaba nada hacer deporte, pero nada nada… hasta intentaba engañar a su madre, diciéndole que se encontraba mal, para no ir al colegio los días que tenía gimnasia. Pero su madre ya lo conocía muy bien…
Su madre estaba preocupada por él, ya que al no hacer ningún tipo de deporte, Manolito cada día que pasaba, estaba más gordito. Así que decidió ir al colegio para hablar con la profesora de gimnasia.
A la semana siguiente, Manolito, desanimado, se dirigia junto al resto de sus compañeros a la clase de gimnasia, sin saber que algo cambiaría en su vida.
La profe de Manolito, después de hablar con su madre, se dio cuenta que lo que le faltaba a Manolito era una motivación para hacer deporte, así que ideó un plan infalible…
La profe de Gimnasia sabía que a Manolito le encantaban las chocolatinas que le ponían en el comedor del colegio después de la comida, así que le dijo justo antes de empezar la clase:
«Manolito, hoy vamos a hacer un juego muy divertido en la clase, y tú serás el protagonista. El juego consiste en que cada vez que toque el silbato, tendrás que correr todo lo rápido que puedas para llegar al otro lado del patio en menos de un minuto y medio. Si llegas después, hoy no te darán en el comedor la chocolatina«, le dijo la profesora de gimnasia.
Manolito se quedó sorprendido, y no sabía si llorar o qué hacer, ya que no le gustaba correr, pero sin embargo le encantaban las chocolatinas,… ¡¡Qué dilema tenía Manolito!!
La profesora tocó el silbato y el cronómetro empezó su cuenta atrás. «¡Ahora Manolito, corre!«, le animó la profesora.
Manolito estaba aún en la salida, con las piernas temblorosas, hasta que imaginó la chocolatina y salió corriendo como nunca antes lo había hecho. De hecho, llegó antes del minuto y medio, dejando a todo el mundo impresionado de lo rápido que corría.
Toda la clase empezó a aplaudir a Manolito, por el esfuerzo que había hecho para llegar a la meta antes de tiempo.
Justo en ese preciso momento, Manolito se dio cuenta que le había gustado correr y que se sentía muy bien. Así que poco a poco, Manolito se fue aficionando al deporte, aunque seguía comiendo chocolatinas de vez en cuando, porque ahora sabía que era muy importante cuidar su salud.
FIN
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buenísimo
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me encanta pero me pueden canbiar el muñeco feo ese