Érase una vez un colegio de llaves, y en el que una maestra llave daba clase de matemáticas a muchas llavecitas de entre 5 y 9 años.
La señora maestra era muy respetada en el colegio. Era la única llave de todo el colegio que tenía hendiduras de doble filo para abrir puertas de alta seguridad.
Un día, las llavecitas estaban jugando con la puerta de clase y, de repente, atascaron la puerta y ya no podían salir. «Profe, profe!! Nos hemos quedado encerrados!!«, decían las llavecitas.
La llave maestra fue a la puerta, afiló sus bordes con esmero, hizo una mueca con la cara, y se introdujo en la cerradura.
Los niños, sorprendidos, pensaban, «pero si la profe sólo puede abrir puertas de seguridad!!, no va a conseguir abrir esta puerta…«.
Cual fue su sorpresa, cuando vieron que la maestra llave abrió la puerta sin problemas, y dijo: «una llave maestra puede abrir la puerta que le plazca, porque para eso es maestra!«.
Y de ahí es de donde viene la expresión: «llave maestra«.
Y ahora a dormir!!
FIN
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