Cuando yo era niña, me pasaba el día observando todo, pero lo que más me gustaba era observar el comportamiento de las personas, de todas ellas: grandes, pequeñas, tristes, alegres, flacas o robustas. Aunque lo que más me gustaba era observar a los niños.
Observaba cuando hablaban y reían, y también cuando callaban o estaban tristes.
Me llamaba mucho la atención que la misma situación a unos les hiciera mucha gracia, y otros apenas se reían, y siempre me preguntaba el porqué.
Quería conocer los secretos del corazón humano, y me parecía que el camino más rápido era observar los comportamientos de la gente que me rodeaba.
Pero esta cualidad mía no era muy valorada, ni por supuesto practicada a mí alrededor, y eso me daba mucha tristeza.
Sentía mucha pena cuando observaba que había niños que querían hablar y casi no podían, que les costaba mucho expresar la alegría y me preguntaba porque les pasaba esto.
Un día, vi un grupo de niños jugando alegremente al escondite, había chicos y chicas y todos juntos formaban una algarabía que llenaba de voces y risas la calle de nuestro pequeño pueblo.
Yo quise unirme a sus juegos, y con una sonrisa me dirigí a la primera persona que vi, sin darme tiempo a observarla muy bien todavía.
– Hola, me llamo Ana y me gustaría jugar con vosotros.
– Hola Ana, yo soy Pablo, y estamos encantados de que te unas con nosotros.
Pablo les comentó al resto de los niños que yo me había unido a jugar con ellos.
Enseguida me di cuenta que Pablo era un niño que ayudaba a que los demás se sintieran bien.
Seguí observando a Pablo, y vi que también se preocupaba de los niños a los que les costaba expresarse, y no permitía que otros niños se metieran con ellos.
Pablo tenía un don especial que hacía que los demás se sintieran bien a su lado, y no solo eso,- también observaba yo-, como los demás niños se sentían muy bien a su lado, éstos a su vez, acogían a otros niños, y les hacían sentir igual de bien que como ellos se habían sentido cuando habían sido acogidos por Pablo y así sucesivamente, el círculo se iba haciendo cada vez más grande, tan grande que cada día se iban uniendo más y más niños al grupo y al final todos los niños del pueblo formaban parte de él.
Y también observaba yo de niña, que cuando una persona es feliz, hace felices a los demás, y cuando una persona hace felices a los demás su corazón canta de alegría.
Todas estas cosas observaba yo de niña, y ahora que soy mayor, mi corazón sigue cantando de alegría cuando observo a los niños reír y jugar y pienso que el mundo está lleno de Pablos que tienen el don de hacer más fácil la vida a los demás.
FIN
Cuento infantil escrito por: Esperanza
Recuerda que puedes recibir cuentos infantiles GRATIS en tu email, suscribiéndote aquí.
Pingback: Short Story | PAUL, THE BOY WHO USED TO MAKE LIFE EASIER TO THE OTHERS
Este cuento lo incluire en mi lista de faboritos
los cuentos son interesantes………………..
jajajajajajajajaaaaaaaaaaaaaaaaaa
es un cuento muy bonito
jajajajaj, todo sin parar
en una ocacion todo se puede todo es dibertido
pues es muy interesante
si dejo de leeer el cuento me muero
yosiempre lo leooooo
yo no puedo dejar de ber el cuento
me a gustado mucho
Yo quiero ser como pablo, ya casi lo voy logrando