Cuento Infantil Corto para niños, creado por: María Alejandra
El Hada Patricia vivía en su palacio real rodeada de bellos jardines, fuentes y pájaros que lo hacían aún más bello. El Sol brillaba con mucha fuerza ese día de verano.
La reina tenía tres hijas que vivían con ella, eran muy lindas, se pasaban todo el día jugando y riendo por el palacio, se querían mucho.
Un día pasó por allí un príncipe muy apuesto que quería contraer matrimonio y venía de tierras muy lejanas. Al verlas se quedó embelesado por las tres hadas, todas le gustaron mucho, pero no sabía con quien se quedaría para pedir su mano, eran bellísimas para él. El hada Patricia, al enterarse de su llegada, preparó un banquete y lo invitó.
Una de las hadas era la más inteligente, la otra más hacendosa y la pequeña la más buena. Al príncipe le gustaba una más que las demás.
Un día el príncipe, muy pensativo, se acercó a la fuente de palacio a descansar, cuando de repente se le acercó un ruiseñor. Este pájaro tenía el don de la sabiduría y cuando lo vio así, le preguntó que le pasaba. El príncipe le contó que quería casarse con una de las hadas de palacio, pero no se decidía aún. El ruiseñor le dijo que vivía hace muchísimos años en él y que sabía cual de las hadas tenía más valor y le haría más feliz. Con humildad le aconsejó que eligiera a la más bondadosa, era la que tenía un corazón muy grande y había acompañado a la reina Patricia.
El príncipe lo pensó unos días hasta que decidió hacerle caso al ruiseñor. Esa misma noche pidió al hada Patricia la mano de su hija la bondadosa, y sin más se realizaron los festejos.
Se casaría la más pequeña del palacio, todas las hadas de los alrededores asistieron con sus carruajes y sus vestidos suntuosos al gran acontecimiento. Los pajarillos trinaban contentos y la gran orquesta comenzó a tocar. Bailaron todos hasta muy tarde, festejaron y rieron mucho.
El príncipe había cumplido su sueño y aprendió una gran lección: un corazón vale más que mil tesoros en la tierra. Sabía que el hada le cuidaría siempre y serían muy felices.
El ruiseñor contemplaba la boda desde una rama y pensó con gran satisfacción, que tan solo guió al joven hacia los verdaderos valores que nos deben importar en una persona.
Muy felices fueron por siempre y comieron perdices.
FIN
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