Cuento Corto para niños/as; escrito por: Ulica Tizaber
Todos los empleados del zoológico estaban de aquí para allá, era media tarde y el poco público que un martes puede haber en el zoo, fue abandonando el recinto porque ya había visto a todos los animales. Eso sí, se quedaron con las ganas de ver la exhibición de delfines del delfinario,
por restauración de las instalaciones, les dijeron los encargados.
En cuanto el zoo estuvo vacío, todos los empleados se fueron corriendo hacia el delfinario, algo estaba pasando, y muchos de ellos aún desconocían la razón de la convocatoria del jefe del parque.
Cuando llegaron allí, una gran delfina con una tripa muy grande estaba tumbada en el suelo de una de las piscinas, y el equipo veterinario submarinista estaba con ella. Quien no sabía la razón, se asustó mucho y temió lo peor, pero de repente, la delfina comenzó a hacer sonidos extraños, y a los pocos segundos, un bebé delfín salía de su cuerpo.
El aplauso fue unánime, la mamá delfina había sido una campeona, y había dado a luz un pequeño delfín precioso. En cuanto el delfín abrió un poco los ojos, y estiró las aletas, se puso en movimiento al lado de Mary, su madre. Se dibujaba en su cara una amplia sonrisa, y su mamá estaba muy feliz, aunque algo cansada.
Así pasaron los días, y cuando Gaby tenía ocho días, lo llevaron junto con su madre a la piscina grande del parque. Allí si que podía nadar a sus anchas, además de vez en cuando, Gaby saltaba o expulsaba agua por el agujerito de su cabeza, y esto le divertía, aunque enseguida volvía al lado de Mary, su mamá.
Gaby veía pasar por los ventanales de la piscina a muchos niños que lo señalaban, y ponían cara de sorpresa y de alegría al verlo nadar tan contento, pero nunca oía nada. Los niños eran continuamente recriminados cuando alguno levantaba la voz más de lo normal, pero eso Gaby no lo veía. El pequeño delfín no entendía tanta expectación y tanto silencio, pero agradecía ser tan querido por las personas que le rodeaban.
Al poco tiempo, Gaby se hizo muy grande y destacaba por su gran inteligencia, tanto que se dedicaba a enseñar a nadar a otros bebés del zoo que habían ido naciendo. Gaby estaba muy orgulloso de su labor, y fue nombrado el profesor delfín más sabio del zoo.
Entonces fue cuando entendió que el silencio en el que había estado inmerso los primeros días de su vida, fueron fundamentales para que creciera aún más feliz, y agradeció el profundo respeto que esos niños de entonces le habían tenido, al no dar gritos que pudieran afectar a su temprano desarrollo.
FIN
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Bonita inspiración en un nacimiento real de delfín… En el zoo de Madrid nació uno hace poco. El cuento es muy sencillo pero con moraleja importante.