Cuento Corto para niños, escrito por: Naia Murillo Urkiza
Era por la mañana, Brenda se despertó y escuchó gritar a su padre:
– Papá, ¿qué pasa? -preguntó ella.
El señor Adam Brown estaba hablando por teléfono.
– No se preocupe, ahora mismo estoy allí.
– ¿Qué pasa, papá? – repitió Brenda.
– Nada hija – respondió su padre.
– Papa, ¿cómo voy a nadar ahora? venga, dímelo. – Insistió la chica.
– ¡Son cosas del trabajo! – Gritó Adam Brown y se fue.
– Cariño, tienes catorce años, no puedes seguir metiéndote en las cosas de tu padre, ¿Entiendes? – Dijo la madre de Brenda.
– Vale, mamá, me voy al instituto. – Respondió ella.
Brenda cogió su mochila y se montó en el autobús que le esperaba en la puerta. Se sentó al lado de Cecilia, su amiga desde pequeña. Cecilia le dijo a Brenda:
– Como hoy tenemos examen de química te contaré una historia para quitarnos los nervios, vale?
Cecilia empezó: – Había una niña llamada… di un nombre.
– Cachurra
– Vale, está bien. Se llamaba Cachurra y tenía una amiga llamada…
– Da igual.
– Es raro, pero si tú quieres… Cachurra y da igual eran muy amigas y… te estás aburriendo, ¿verdad?
– Sí, un poco, me marcho.
Brenda salió del autobús seguida por su amiga y entraron en el colegio.
-¿Qué tal, chicas? – les preguntó Alejandro, el chico que les gustaba.
Ellas se sonrojaron y respondieron:
– Su-su-per-per bien-n.
– ¿Os pasa algo?
– No, ¿por qué? – Dijo Brenda.
– Es que estáis rojas. Bueno, pues adiós.
– Sí, adiós – logró decir Cecilia.
Las dos fueron a sus cajones donde guardaban los libros y todo y, cuando los abrieron, vieron la foto de Alejandro. Cogieron sus libros y corrieron hasta clase.
– Buenos días – saludó la profesora.
Todos la saludaron menos Brenda, que estaba dibujando en su cuaderno a Alejandro y Cecilia, que estaba mirando al chico.
La profesora empezó a explicar:
– Si abrís por la página ochenta y tres, veréis cómo se hace una ecuación. Brenda, ¿qué estás haciendo?
– Ahora mismo lo guardo, profesora.
Brenda le pasó el papel a Cecilia y Cecilia se lo guardó para verlo después. Al finalizar la clase, la profesora le dijo a Brenda:
– Sé lo que estabas haciendo y sé que a Cecilia y a ti os gusta Alejandro.
-¿Cómo lo sabes? – preguntó Brenda.
– Vete a hablar con él.
Dicho esto, Brenda se atrevió a hablar con Alejandro. Pero, al momento, Brenda se fue.
– Hola, Brenda, he visto tu dibujo. ¡Qué guapo te ha salido! – Dijo Cecilia.
Brenda respondió: – Más guapo es él.
Las dos se rieron y acudieron al comedor. Cogieron su comida y se sentaron en una mesa.
– Hola, enamoradillas. – Dijo una chica de cabello rubio y largo que Brenda y Cecilia conocían muy bien.
– Hola, Jennifer – Respondió Brenda con tono desagradable.
Jennifer alzó su plato de puré de salmón y se lo tiró a Brenda.
-¿Por qué le has hecho esto? – preguntó Cecilia.
Jennifer respondió: – Por todo.
Mientras Jennifer se alejaba, Cecilia gritó: -¡Te arrepentirás!
Pero cuando Jennifer se fue a sentar en su sitio, Cecilia le tiró un tomate en la cabeza.
Todos los alumnos de la sala exclamaron:
– ¡Guerra de comida!
En un instante, estaban todos llenos de comida. La mujer que repartía la comida fue a avisar a los profesores. Cuando los tutores llegaron a la sala, todos los jóvenes estaban escondidos.
Fernando, uno de los profesores, dijo:
– Como no salga aquí el que ha empezado la guerra de comida os quedaréis en el colegio hasta las tres y diez.
Fernando miraba toda la sala con la intención de encontrar al culpable, pero el joven o la joven no salía de su escondite.
– ¡El culpable tiene diez segundos para declararse! -gritó Fernando.
Brenda se dio cuenta de que Cecilia no iba a salir ahí, delante de los profesores, por eso, decidió mentir y ella salió delante de los profesores.
Cuando ellos la vieron, Marta, otra profesora, dijo:
-¿Cómo has podido ser tú, Brenda? Una chica tan buena, tan disciplinada, que no rechaza la comida del comedor… Bueno, si esto es verdad tú tendrás un castigo cómo le pasaría a cualquiera.
Brenda estaba muda, pero consiguió decir: – ¿Qué castigo tendré que hacer?
– Pues… te quedarás en clase cuando los demás se vayan a casa.
– ¿Qué haré señorita? – Preguntó Brenda.
Marta respondió: – Harás una copia de varias páginas del libro de Biología. ¿De acuerdo?
– Sí.
Desde ese momento todos aprendieron una lección. No volvieron a comportarse mal en clase y fueron muy buenos estudiantes. Las niñas hablaron con Alejandro y fueron todos amigos, nunca discutían.
FIN
– Moraleja del cuento: No hay que ser irresponsable
– Valores del cuento: Cuento de amistad, respeto, obediencia.
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