Cuento Infantil Corto para niños/as; escrito por: El Equipo de Cuentos Infantiles Cortos
Había una vez un sabio experto en estrellas que diariamente con su telescopio miraba el firmamento. Su función como astrónomo era comprobar que todas las estrellas de todas las constelaciones de todas las galaxias estaban en orden, y que todas conservaban su tamaño y color original.
Un día, después de un eclipse total de luna en el mes de diciembre, empezaron a verse una serie de estrellas diferentes y muy coloridas. El sabio, ante aquel descubrimiento se encerró en su observatorio para poder estudiar con calma el motivo de ese hecho tan curioso.
A los pocos días de observación de las estrellas, éstas habían evolucionado sorprendentemente. Unas aparecían de color rojo y violeta brillante, otras con letras escritas en el centro, y otras parecían estar garabateadas por niños.
El sabio al salir de su reclusión durante días, tenía muchísimas ganas de llegar a su casa y descansar, ¡pero cual fue su sorpresa!, una hilera de periodistas en la puerta, y muchas cámaras de fotos inmortalizando aquel momento, le impidieron cumplir su deseo.
Él sin ninguna teoría aún formada esquivaba como podía las preguntas de la televisión y la radio, decía:
– «Aún faltan meses de investigación. Les ruego que respeten mi trabajo y sepan esperar la respuesta. Gracias».
Fran, un niño de 7 años, que vivía enfrente del sabio, y que había oído la noticia por la radio, fue a esperarlo a la puerta de su casa. Cuando llegó le dijo:
– «Señor, buenas tardes, sólo quería decirle que si necesita ayuda con las estrellas me puede preguntar a mí. Yo sé cuál es la respuesta del enigma».
El sabio, cansado e importunado, le contestó a Fran:
– «Claro, claro, ya te preguntaré», – cerró la puerta de su casa y se echó a dormir.
Al día siguiente, el sabio ya había descansado lo suficiente como para seguir trabajando, y al salir de casa tuvo una revelación al pensar en lo que su pequeño vecino le había dicho la tarde anterior.
Con mucha prisa, el sabio fue al observatorio de nuevo y allí se puso de nuevo al telescopio. Las estrellas se veían más grandes, por lo que concluyó que estaban cada vez más cerca, ahora ya se podían leer bien las letras que algunas anunciaban en su cuerpo: – «¡Feliz Navidad!».
El sabio miró el calendario, y una sonrisa se dibujó en su rostro, era 18 de diciembre, sólo faltaba una semana para el día de Navidad.
«¡Claro que Fran sabía la respuesta al enigma!, porque es un niño, y los niños ante la Navidad se transforman en los reyes de la ilusión y la alegría», – se dijo para sí el sabio.
Cuando esa tarde vio a Fran esperándole de nuevo en la puerta de su casa, fue a darle un tierno abrazo y le dijo:
– «Sal conmigo a la calle que tienes que aclarar el gran enigma».
El niño muy ilusionado se puso delante de una cámara, y mirando al sabio dijo:
– «Las estrellas que el señor sabio ha visto con su telescopio son las estrellas de la Navidad, y el 24 de diciembre por la noche las podremos ver todos en directo solo con mirar al cielo».
Así fue como se descifró el gran misterio de la Navidad, y como Fran empezó a interesarse por la astronomía, hasta que llegó a convertirse en el mejor astrónomo de la ciudad.
FIN
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