Cuento Corto para niños/as; creado por: Ulica Tizaber
Toñín era un niño muy callado y reservado que constantemente se quedaba obnubilado mirando al horizonte. Los que lo conocían se quejaban de su falta de energía y de su pasotismo hacia todo aquello que significara algún esfuerzo adicional.
Si alguien le preguntaba como se sentía, él contestaba:
– «Bien, siempre estoy bien, lo que pasa es que las cosas no son como me gustaría que fueran»
Y al decir esa frase, que siempre era la misma, se quedaba pensativo un momento y luego volvía a su estado normal.
Sus amigos se preocupaban por él, e intentaban animarle a que participase con ellos en juegos y actividades, a veces, hasta le provocaban para que cambiara el semblante serio por una mueca de sonrisa, pero apenas lo lograban, y los amigos volvían a lo suyo, y Toñín a su pensamiento repentino.
Un día de verano, mientras todos sus amigos disfrutaban de un baño en la piscina de los abuelos de Toñín, alguien vio a ese chico cabizbajo y aparentemente triste, y decidió ir a darle un abrazo por sorpresa. Toñín no se lo esperaba, se giró y vio el rostro sereno de su abuela, que le decía:
– «Pequeño, siempre que necesites un abrazo te lo daré, pero tendrás que esforzarte para que el abrazo tenga sentido, y te haga cambiar ese sentimiento interior que te envuelve. Inténtalo».
De nuevo, Toñín se quedó pensando, esta vez en las palabras de su abuela, que realmente estaba preocupada por su nieto. Y sin darse cuenta, se puso en pie y se fue acercando al borde de la piscina. Se sentó y metió las piernas en el agua. La sensación que le invadió fue muy refrescante, y su actitud cambió.
Comenzó a mirar cómo sus amigos disfrutaban del agua, del sol, del verano, de la compañía, y poco a poco se fue dibujando en él una sonrisa de satisfacción, que cuando sus amigos lo miraron, se quedaron estupefactos, y fueron enseguida a recibirle como un Toñín distinto y animado.
Toñín comenzó a abrazar a sus amigos, uno por uno, y cada vez se sentía mejor y más feliz. Cuando todos habían sido abrazados, les dijo lo que había aprendido:
– «Mi abuela me ha hecho ver lo importante que es vivir feliz. Aunque las cosas no sean como me gustaría, debo aceptarlas como vienen, y disfrutar de todo lo bueno».
Toñín no se había dado cuenta de su carencia. Necesitaba que le abrazasen con verdadero sentimiento, y una vez experimentó ese abrazo mágico de su abuela, quiso parecerse a ella, e infundir buenas sensaciones a los que le rodeasen. Se convirtió en el amigo que siempre escuchaba, y con un abrazo conseguía convertir cualquier tristeza en una ilusión.
FIN
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