Cuento Corto Infantil para niños, escrito por: Remedios Calderón G.
Los padres de Víctor estaban muy preocupados. Miranda hacía ya tres años que había perdido su trabajo y ahora Sergio acababa de quedarse sin el suyo.
– ¿Qué ocurre papá? – Preguntó Víctor. – ¿Por qué estáis tan tristes?
Miranda y Sergio se miraron a los ojos y luego los dos fijaron sus ojos en su hijo, y Sergio contestó:
– Hijo, no tenemos dinero para mantener este chalet y pagar a los criados. Tendremos que venderlo y mudarnos a una casa pequeña que genere menos gastos.
– Papá, ¿entonces ya no tendré piscina? – Preguntó Sergio.
– No hijo, ya no tendremos piscina. Respondió su padre.
– ¿Y en las vacaciones no podremos ir a Disneyland Paris, mamá? – Preguntó Víctor a su madre.
– No, hijo mío, no podremos ir a Disneyland Paris. – Respondió su madre.
Con todo el dolor de su corazón los padres de Víctor despidieron al chofer, al jardinero y a las dos criadas y vendieron el chalet.
Con el dinero obtenido compraron una casa pequeña a las afueras de la ciudad, en una barriada pobre que daba al campo.
Los primeros días fueron muy duros para ellos. Tuvieron que desprenderse de muchas comodidades a las cuales estaban acostumbrados.
Ahora Miranda tenía que hacer la comida y las tareas de casa. Sergio tenía que ayudar a su mujer y hacer algunas reparaciones en la casa y Víctor había perdido muchos de sus juguetes que ya no cabían en su nueva habitación.
Poco a poco se fueron adaptando a su nueva vida y comenzaron a hacer nuevos amigos.
Víctor ahora se iba a jugar con sus vecinos al campo, donde hacían columpios en los árboles y en verano se bañaban en el río.
Miranda y Sergio se iban a caminar por el sendero del campo. Sus vecinos les enseñaron a coger plantas del campo que eran comestibles: tagarninas, setas, palmitos, chumbos, moras…
sus vecinos a veces compartían de lo poco que tenían con ellos.
Miranda dijo a una vecina:
– Mira, he hecho unos roscos y quiero que los probéis.
En otra ocasión su vecina Adela, que había hecho callos, les regaló tres raciones; y otro día un vecino les trajo unos tomates que había cogido de su huerto.
Finalmente, cuando Sergio encontró un trabajo, Miranda, Sergio y Víctor no quisieron cambiar de casa ni de barriada, pues no querían perder el tesoro que habían encontrado, amigos como esos no se consiguen todos los días.
FIN
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