Cuento Infantil para niños, escrito por: Tiare Aguilar Méndez, KarimeMirelle Carrasco
Había una vez, en un lejano pueblo mágico, llamado Adge, donde vivían tres amigos que les encantaba jugar y divertirse juntos cada tarde.
Una mañana, la mamá de Horacio le encargó muy amablemente a su hijo llevar ciertas prendas a la cabaña del sastre Uriel, la cual se encontraba cruzando el río, a las afueras de Adge:
– Mi niño, ve con Don Uriel a que repare estos pantalones de tu padre.
– Pero mamá, yo no quiero ir, está muy lejos, que aburrido.
– ¿Por qué no le dices a Raúl y a Fidelia que vayan contigo?, así les será más corto el viaje.
– Suena bien, iré a buscarlos para saber si pueden acompañarme.
Cuando Horacio decidió ir en busca de sus amigos, tocó a la puerta de Fidelia y se encontró con la buena noticia de que sí podría acompañarlo. Juntos siguieron el viaje a casa de Raúl, quien muy contento aceptó ir con ellos.
– ¿Conocen algún atajo para llegar más rápido a la cabaña? – dijo Horacio.
– No, la verdad nunca he ido a ese sitio. – Respondió Fidelia.
– Yo, sí . – Respondió Raúl. – Podemos tomar el camino hacia el bosque y llegando al árbol de los frutos azules doblar a la derecha, llegando así más rápido al río donde debemos cruzar para llegar a nuestro destino.
Los tres amigos, tomaron el atajo mencionado, entre bromas, cantos y chistes comentaron los rumores que rondaban en el pueblo:
– La verdad tenía miedo de venir. – Exclamó Fidelia.
– ¿Pero por qué amiga ?- Le preguntó Raúl.
– Es por los chismes de que Don Uriel es brujo ¿verdad? – Dijo Horacio.
– Jaja, como crees Fidelia, no creas todo lo que se escucha en el pueblo.
Al finalizar la charla se dieron cuenta que ya estaban frente a la cabaña, y estaban un poco temerosos por la conversación que realizaron durante el trayecto.
– Buenas tardes Don Uriel. – Dijo Horacio mientras tocaba la puerta de la cabaña.
Al escuchar que le llamaban, Don Uriel se acercó a la entrada de su cabaña. Fidelia y Raúl murmuraban entre ellos acerca de la apariencia de Don Uriel, debido a que parecía un anciano muy sucio, con las manos ásperas, nariz respingona y de muy mal genio.
– ¿Qué se les ofrece niños? – Exclamó Don Uriel de muy mala manera.
– Le quería entregar estos pantalones de mi padre, para que los ajustara a las medidas que usted ya tiene de mi padre. – Dijo Horacio.
-Está bien, regresen en tres días a recogerlos. – Contestó Don Uriel.
Mientras Horacio hablaba con Don Uriel, los indiscretos de sus amigos vieron que dentro de la cabaña había una olla hirviendo que les causó mucha curiosidad por averiguar si los rumores del pueblo eran ciertos. Silenciosamente se asomaron por la ventana lateral de la cabaña, dándose cuenta que solo era un traste con sopa de verduras, por lo cual se sintieron muy apenados por pensar erróneamente.
Al volver a Adge, antes de regresar cada quien a su casa, reflexionaron acerca de lo sucedido:
– Chicos, me sentí muy mal al darme cuenta de lo que realmente había en la olla. – Dijo Fidelia.
– Ahora podemos confirmar que Don Uriel es una persona honesta, trabajadora, y que lo que se rumorea acerca de él son falsedades.
– Si. – Dijo Raúl. – Porque algunas veces juzgamos a las personas sin conocer su realidad.
Los tres amigos, se despidieron muy contentos debido a que el recorrido hacia la cabaña no fue tan aburrido como temían, y que gracias a éste aprendieron algo nuevo.
FIN
– Moraleja del cuento: No debemos juzgar a las personas por su apariencia.
– Valores del cuento: Amistad. Empatía. Respeto
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