Cuento Infantil para niños, creado por: Ulica Tizaber
Maletín nació un mes de septiembre en una pequeña escuela infantil, rodeado de niños y profesores, que miraban con mucha ternura su primera hoja con su primera publicación. Al principio, se trataba de unos diez folios en blanco, donde únicamente el primer folio estaba escrito
con las instrucciones del pequeño libro.
En esa primera página, decía lo siguiente:
– «Soy Maletín, vuestro libro viajero, y a lo largo de este viaje que vamos a compartir, debemos respetar unas normas para cuidarme lo mejor posible, y que mi vida sea muy larga».
Una de las primeras normas era que cada fin de semana un alumno de la clase se lo llevaría a casa. La segunda norma era que al niño que le tocara tenía que escribir lo que hiciera durante ese tiempo, y podían incluir fotos y dibujos, ¡y hasta pegar pegatinas!. La tercera y última norma era la más difícil de cumplir, el libro debería ser tratado como si fuera propio. Nada de arrugar las hojas, ni de romperlas o garabatear sin sentido, debían respetar a Maletín.
El primer niño que se lo llevó a casa, disfrutó a lo grande con Maletín. Coincidió que ese fin de semana, fue a ver a sus abuelos de Córdoba, y las primeras hojas de Maletín estaban repletas de fotos de la ciudad, de recetas típicas de la ciudad, y de mucho cariño y respeto por parte del niño.
El segundo fin de semana le tocó a Lucas, que se fue a la sierra de Madrid a pasar el sábado, y por supuesto, fue con Maletín. Hicieron picnic, durmieron la siesta sobre una mantita de cuadros, y vieron muchos caballos y jabalíes por el camino de vuelta.
Así fueron pasando los meses, hasta que ya se acercaba el mes de julio y Maletín era un libro tan grande, que le salieron en el lomo unos arcos que no sabía muy bien qué eran, en poco tiempo fueron creciendo hasta convertirse en unas asas para transportarlo más fácilmente.
La historia de Maletín era muy tierna, llegó a ser el libro más pesado, voluminoso y fascinante de toda la escuela infantil. Las historias que en él se encontraban eran preciosas, había estado en Córdoba, en la sierra, pasando la Navidad en Asturias, viendo la semana santa de Zaragoza, vestido de chulapo en Madrid, y con el bañador puesto en unas playas muy bonitas del sur de España.
Maletín era feliz por haber compartido todas esas experiencias, y haberse convertido en un libro que hacía honor a su nombre, y más feliz aún al comprobar que lo que había recibido de sus creadores, los niños, era cariño y respeto a raudales.
FIN
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