Cuento Infantil para niños/as, creado por: Margarita Sanz Herranz
La pequeña zanahoria, ahorrándose todo tipo de formalidades, gimoteando sinceramente acongojada, se lanzó a saco sobre un pepino que no se había perdido ni media palabra de la conversación de sus vecinas.
– Don Pepino, que me abraso, no se haga usted de rogar. ¿Puedo trasplantarme a la sombra de su pepinar?
– Comprendo tu prisa. Ignoro el asedio. Por mí no hay inconveniente, estoy dispuesto a compartir el espacio contigo; la mata es grande y está bien poblada de hojas fresquitas, con un poco de orden y buena voluntad en ella cabemos todos. El problema es otro: pocos en la huerta ignoran que el hortelano a veces convierte la huerta en un pantanal…
– ¡Jolines! ¡Don pepino! ¿Qué hago? estoy que no aguanto, no puedo quedarme en este ribazo ni un momento más, sin agua, y con semejante calor en un santiamén me voy a agostar. Aconséjeme. No me deje.
Don pepino, que era un hombre de recursos, rascándose la cabeza pensativo, dijo.
– Tranquilízate pequeña. ¿Conoces a alguna de las calabazas? No importa, son parientas mías, acércate y diles que vas de mi parte. La vigorosa mata donde ellas habitan trepa alegre por el zarzal, se encarama por las tapias… Resumo: es tan osada en sus correrías que anda por todos los rincones de la huerta. Bajo alguna de sus hojas hallarás cobijo. Mis primas son generosas, no le negarán asilo a la infeliz hortaliza.
Se quedó murmurando el pepino, viendo a la compungida zanahoria alejarse con andares desganados en dirección a la frondosa mata de calabazas.
Cosilla, la zanahoria, como si hubiese escuchado las reflexiones del señor cocombro, le gritó:
– Gracias don pepino, su valiosa información me salva la vida.
Tan desesperada estaba Cosilla, que antes de llegar al lugar donde se hallaba la calabacera, ya empezó a gritar dirigiendose a la primera calabaza que avistó, que por cierto estaba durmiendo la siesta plácidamente.
– Doña Calabaza, Doña Calabaza, despierte señora, soy su vecina la zanahoria, vengo en busca de ayuda, ando en las últimas, me estoy deshidratando. Me manda su primo el pepino. Concluye la infortunada umbelífera, sin apenas aliento.
– ¡Basta, basta! Eso de despertarme tan de sopetón no me sienta nada bien. – Protestó la calabaza, conteniendo a duras penas un bostezo. – En fin, ya está hecho, continúa, dime a qué viene semejante escándalo. ¿En qué te puedo ayudar? Aunque no será tan fácil. A estas horas y con este calor estoy medio atontada, necesito mi tiempo para despejarme y poder pensar. Pero hijita, a qué esperas, explícate de una vez, no me hagas perder el tiempo.
– Verá señora: reconozco que soy traviesa… – Lloriqueaba sin lágrimas, la mustia hortaliza, del hortelano. – Cuando yo aún era semilla, el día que me plantaba, me le escapé de la mano. ¿Y dónde me fui a caer…? ¡Qué mala pata la mía! en el yermo solanar, que como allí nada crece, ni sobrio, ni ebrio, se acerca a regar. Necesito sombra y agua, tanga usted piedad. – Concluyó Cosilla, con voz pastosa por falta de saliva.
– ¡Jesús, Jesús que calamidad! – Exclamó la calabaza, completamente despejada y dispuesta a socorrer a la zanahoria, que por momentos estaba más pachucha y desanimada. – ¡Hay señor, señor, esta juventud!… – Suspiró, moviendo a un lado y a otro, con gran dificultad, su pesada cabezota. – Ves aquellas hojas, las que están cotorreando, diles que vas de mi parte, bajo su sombra la tierra es suave, húmeda y jugosa. Acomódate.
Cosilla, que una vez instalada en la fresca ubicación estaba más tiesa que un ajo, gritó regocijada: – Muchas gracias amiguita, aquí sí que estoy fresquita! Gracias! – Repitió una y otra vez hasta cerciorarse de que era escuchada por la oronda cucurbitácea y por el resto de las hortalizas que, de una manera u otra habían contribuido a su rescate.
FIN
Comparte este cuento infantil con tus amigos en Facebook, Google+ y Twitter con los botones que encontrarás al principio o al final del cuento. ¡Gracias!
Recuerda que puedes recibir cuentos infantiles GRATIS en tu email, suscribiéndote aquí
Enhorabuena, es un cuento muy dulce y animado.
Me gusta ya que, además de la imaginación de la autora, enseña a los niños muchas cosas. La necesidad del agua para que las plantas puedan sovrevivir y la variedad de las que la huerta cria.
Muy logrado y diferente.