Cuento Corto para niños y niñas, creado por: Margarita Sanz Herranz
Alberto, cuando llega a su casa a la hora de comer, lo primero que hace es entrar a la cocina donde su mama está atareada con los últimos preparativos del menú. Tras darle un beso, se lava las manos porque le gusta ayudar y con ellas sucias no se deben de tocar los alimentos. Su tarea consiste en lavar bien las hortalizas con las que van a preparar una apetitosa ensalada.
Pero Alberto no solo entra en la cocina porque le gusta ayudar, también lo hace porque su madre le cuenta cuentos mientras trabajan. Hoy quiere que el cuento que le cuente esté inventado por ella.
La mama de Alberto sabe contar los cuentos muy bien, pero no inventarlos; y menos sobre la marcha.
El abuelo de Alberto, que también ayuda en la cocina poniendo la mesa, se llama Gil y sabe muchos cuentos, algunos muy antiguos, pero como tiene una imaginación asombrosa también se le da muy bien inventar otros nuevos.
Gil, cuando vivía en el pueblo cultivaba un huerto donde crecían una gran variedad de hortalizas y sabe que todas las plantas, para desarrollarse debidamente, necesitan agua y sol, pero todo en su justa medida. Hoy va a inventar un cuento inspirándose en una lozana zanahorias que Alberto está lavando.
Los pareados de la zanahoria
Había una vez una zanahoria que estaba plantada en el último rincón de la huerta, en un árido ribazo a donde, ni por asomo, llegaba una sola gota de agua. La desafortunada hortaliza se llamaba Cosilla.
Aquella calurosa tarde, Cosilla, además de sedienta y sofocada, estaba indignada.
– ¡Uf, que calor! -¡Jolines!. -Exclamó. – ¡Jolines! – Repitió, secándose el sudor que le caía por su verde pelambrera. Al sol en pleno verano… No es justo. Me estoy asando. Una huerta tan poblada y animada y yo aquí, sola y olvidada. De esta no me salvo, en este árido rincón fenezco de inanición. – ¡Que gracia! – Exclamó Cosilla, olvidando su enfado, me ha salido un pareado. No puedo distraerme, he de espabilar.
La atribulada zanahoria, gritando en dirección a una frondosa tomatera repleta de hojas y de rojos tomates, que estaba ubicada en un privilegiado bancal, en lo mejor de la huerta, informó:
– Doña Tomatera, tengo un problema que no vea usted.
La tomatera, al oír gritar a Cosilla, retirándose de la cara un perfumado sombrero de hojas, le preguntó – ¿Qué pasa pequeña, puedo hacer algo por ti?
Cosilla, se apresuró a contestarle: – Sí, por favor señora ¿podría plantarme a su sombra? tengo un calor exagerado…, un calor que no aguanto.
La solanácea, que era una planta sumamente solidaria y comprensiva, dijo compungida:
– Pobre pequeña… Veras, por mí no hay inconveniente, te puedes quedar, pero no te lo aconsejo. Tengo que informarte, que al loco del hortelano cuando se pone a regar se pasa y puede terminar por ahogarte.
Cosilla no comprendía lo que le decían.
– Yo tengo los pies en la tierra, lo normal para una planta, pero tú hija mía… ¿es qué no te ves? estas metida en la tierra de la cabeza a los pies. Pregúntale a Don Pepino, es listo el sabio cocombro, él te podrá aconsejar.
Continuará………………
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Hermosos cuentos a mi hija le encantan
Está muy bonito, ayudó a mi hermano a sacar un 10 y es lo máximo …..
Los cuentos son maravillosos para abordar cualquier tema con los niños, felicitaciones a quien dedica parte de su tiempo a escribirlos y regalarnos momentos tan agradables .
Me encanta el cuento de la pequeña Cosilla y estoy deseando leer la segunda parte pues me ha dejado intrigada esta primera. Enhorabuena a la autora.