Había una vez una niña muy lista llamada Lina, de la que ya conocéis otras historias como: «Lina la astronauta«.
Lina vivía con sus padres en un barrio de Madrid, en España. Su casa tenía un jardín grande y un garaje, donde Lina trasteaba con sus juguetes, y donde inventaba cosas nuevas.
Lina tenía un cerebro muy desarrollado y era capaz de aprender cosas, que el resto de niños no podía ni imaginar.
Por eso, un día, mientras abría el motor del coche de sus padres para arreglarlo, se le ocurrió una gran idea: usar los garbanzos de la cocina como combustible para el coche.
Lina, que era muy valiente, rápidamente se puso manos a la obra, y empezó a modificar el motor para probar su invento.
Cuando terminó, quedó muy satisfecha con lo que había hecho.
Sin embargo, cuando llegaron sus padres le dijeron: «Lina, ¿has terminado de arreglar el motor del coche?«. Y Lina contestó: «Sí, ya terminé, pero como me aburría se me ocurrió una idea para que el coche funcionara con garbanzos en vez de con gasolina, y así el coche no contaminaría.»
Cuando los padres de Lina vieron el motor del coche abierto y lleno de garbanzos, empezaron a gritar y a enfurecerse…
Entonces Lina entró en el coche, y les dijo a sus padres: «Tranquilos!, el coche funciona mejor que antes, los garbanzos hacen que el coche no contamine y además sea más ligero…«.
Después de decir esto, Lina arrancó el coche y sucedió algo que los padres no se esperaban.. ¡¡Su coche podía volar!!
Lina les dijo a sus padres: «Todavía no tenéis plena confianza en mí, pero sois los primeros en el mundo en tener un coche volador«.
Lina les demostró a sus padres que era capaz de hacer cosas, que ni ellos mismos podían imaginar, y que debían tener más confianza en ella.
FIN
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