Había una vez una princesa muy guapa llamada Claudia, que vivía en un gran castillo, ya que su padre era el rey de Dragolandia. La joven princesa solía pasar el día jugando con sus amigas por las mazmorras del castillo. Pero un día, Claudia salió con sus amigas a pasear por la alrededores del castillo, donde había un bosque repleto de árboles.
Claudia era la más guapa de todas sus amigas, su largo pelo rubio y sus grandes ojos verdes, hacían que no pasara desapercibida por allá donde iba.
Cuando se encontraban paseando por el bosque, las niñas notaron que algo se movía entre las ramas de los árboles, pero no conseguían ver qué era…
De repente, un enorme dragón salió volando de entre los arbustos y cogió a Claudia con sus garras. Poco a poco, el dragón se fue adentrando en el bosque.
El resto de niñas, asustadas, salieron corriendo hacia el castillo para contarle al rey lo que había ocurrido.
El rey de Dragolandia se asustó tanto al recibir la noticia de que su hija había sido secuestrada por un dragón, que mandó un ejercito de mil hombres al bosque para buscarla. Mientras tanto, el dragón ya había llegado a su guarida con la princesa.
La joven princesa estaba tan asustada que no podía parar de observar cada uno de los movimientos del dragón, pues temía que la hiciera daño. De repente, el dragón se agachó y dijo: «Princesa, no tengas miedo, no te haré daño, sólo quiero que seas mi novia«.
Cuando Claudia escuchó al dragón, se quedó muy sorprendida, pues nunca hubiese imaginado que le pudiera gustar a un dragón. Transcurridos unos minutos, la princesa le respondió: «Pero dragón, yo no quiero ser tu novia, yo quiero ser la novia del príncipe Guillermo. Además, tú eres un dragón y yo soy una niña, tienes que buscar a una dragona que te quiera«.
El dragón, tras escuchar a la joven princesa Claudia, reflexionó durante unos minutos, y dijo: Sigue leyendo →