Había una vez, un payaso llamado Florín que siempre solía sacar al escenario, algún niño del público en sus actuaciones.
Como todos los días, justo antes de empezar la función, Florín el payaso, se puso sus zapatos rojos dos veces más grandes que su pie y se colocó la nariz roja.
La música del circo empezó a sonar y el desfile de payasos comenzó. Salían sin parar un montón de payasos de un camión de bomberos, uno, dos, tres, así hasta quince payasetes!! Todos iban disfrazados de bomberos y cuando ya se encontraban todos en el escenario, Florín mandó apagar las luces y ordenó que sólo quedara un foco de luz, que sería el encargado de elegir al niño que saliera hoy con los payasos. Un redoble de tambores que estaba sonando, se detuvo y el foco de luz ya había escogido al niño.
Carlitos, que así se llamaba el niño afortunado, salió al escenario junto a los payasos. Entonces, Florín le pregunto al niño: «¿Estás preparado para empezar la misión?«, a lo que Carlitos respondió: «claro que sí!!«.
Justo en ese momento, Florín cogió una nariz de gomaespuma roja y se la puso en la nariz a Carlitos. Cuál fue la sorpresa de éste, cuando todo el público empezó a reírse de lo gracioso que estaba con aquella nariz.
Pero de repente, los ojos del niño empezaron a ponerse brillantes, pues sentía que se estaban riendo de él, así que empezó a llorar y sin pensarlo más, se quitó la nariz que le había puesto Florín el payaso, y salió corriendo del circo.
Todo el mundo se quedó expectante por lo sucedido, los payasetes siguieron con el espectáculo, mientras que Florín fue en busca de Carlitos que se encontraba en la parte de atrás de la carpa del circo.
«Carlitos, ¿pero por qué lloras?» le preguntó Florín, el payaso.
«Pues Sigue leyendo →