Había una vez un conejo muy viejo y sabio llamado Juan, que vivía en una casita en lo alto de una montaña rodeada de flores de color rosa. Allí viva con sus nietas, dos conejitas azules llamadas Tinita y Paquita.
Juan era un conejo gordo como un globo y viejo como una roca. Tenía mas de 100 años. Todos los animales vecinos le querían mucho porque Juan
siempre fue muy bueno y respetuoso, además, Juan era un conejo muy sabio.Tinita y Paquita, al contrario que su abuelo, eran dos conejitas muy faltonas y con muy mal carácter. Siempre andaban de mal humor y criticando.
– No me gusta eso… – decía una.
– A mi tampoco me gusta – decía la otra.
– Esto no lo quiero, que está muy feo – decía de nuevo una.
– Pues si tu no lo quieres, yo también lo veo feo y no lo quiero tampoco – le contestaba de nuevo la otra. .
– Mira que nariz mas larga tiene el elefante… – criticaba una.
– Sí, sí… que grande y áspera. No me gusta – criticaba la otra.
– ¿Y las orejas del burro? ¿Que me dices de ellas? – preguntaba una.
– Igual de grandes y feas que la trompa del elefante. – respondía burlándose la otra.
Y así eran siempre con todo.Las dos conejitas iban faltando el respeto a todos los animales y detrás de ellas, el pobre abuelo, que tenía que ir muy avergonzado a
disculparse con todos.
Así que un día, el abuelo Juan dijo para sí:
– Tengo que pensar y encontrar una forma de hacerlas cambiar.- Ya estaba cansado de tanto regañarlas y no lograr que ninguna de las dos conejitas le obedeciera. Así que fue saltando hasta la orilla de un río lejos de todo para que no lo molestaran. Y allí, sentado en un piedra, se puso a pensar qué podría ser lo suficientemente sencillo y divertido. Juan sabía además, que Tinita y Paquita eran muy vagas y que se aburrían muy rápido de todo. Y así pensó, penso y pensó por mucho tiempo. Pero al abuelo nada se le ocurrió.
Entonces, de pronto vió Sigue leyendo