Érase una vez un niño, que se llamaba Jaimito, y que jugaba mucho al tenis con su padre. Jaimito había aprendido con él, y por eso le gustaba mucho jugar partidos los fines de semana con su padre.
Jaimito nunca se imaginaba que pudiera inventar un deporte nuevo: el Padel.
La pista de tenis a la que iban a jugar era pequeña, y estaba rodeada de paredes para que las pelotas de tenis no se fueran muy lejos.
Jaimito siempre se preocupaba porque las paredes estaban muy cerca de él, y le impedían así poder jugar bien al tenis. Pero su padre le decía: «Jaimito, olvídate de las paredes, y no pongas excusas porque las paredes no estorban!»
Pero un día tras otro, Jaimito iba viendo las paredes más cerca, y le decía a su padre: «Papá, ¿no notas como la pista es cada vez más pequeña?»
«No, yo no noto nada… Ya empiezas con tus paranoias Jaimito… Venga anda, ponte a jugar y déjate de películas.»
Jaimito llegó a pensar que estaba alucinando…, pero un día descubrió que tenía razón cuando sucedió algo inesperado. De repente, mientras jugaba al tenis, oyó una voz que le decía: «Jaimito, soy la pared de la pista de tenis..» Entonces se hizo un gran silencio… Sigue leyendo