Cuentos para Pensar

Cuentos para pensar y fomentar la reflexión a través de la lectura en niños y jóvenes. Cuentos cortos para pensar y reflexionar. Cuentos para pensar infantiles con mucha imaginación. Te lo pasarás genial contando cuentos para pensar a los niños. Cuentos de pensar que estimularán el lado más reflexivo de los niños.

Cuentos para Pensar:

EL HENO DE LOS BUEYES

Hace muchos años existía un Monasterio habitado por frailes que, además de llevar una vida contemplativa y de oración, se dedicaban a cultivar la tierra para procurarse el sustento. En cada temporada recolectaban los frutos de la tierra y la parte que no necesitaban la llevaban al mercado de la población más cercana.

Cierta temporada asignaron a Benito la responsabilidad de llevar al mercado la fruta que recolectaban día a día. Benito era un fraile joven e impetuoso que asumió con mucho entusiasmo la labor encomendada. Solicitó consejo para su empresa a otros frailes más viejos, que le explicaron con mucho detalle cómo debería proceder para sacar el mayor partido de sus viajes a la población más cercana los días de mercado.

Benito debería levantarse antes de la salida del sol, preparar los bueyes y cargar la carreta con la fruta recolectada el día anterior por sus hermanos. Le explicaron cómo funcionaba el mercado y le dieron detalles del camino hasta el mismo. Su objetivo era vender toda la fruta al mejor precio y retornar al monasterio con la mayor cantidad posible de monedas en la bolsa. También fue aleccionado sobre la forma en que debería pregonar su mercancía y negociar con los compradores. Como tarea adicional, debería cuidar de los bueyes durante la temporada de recolección de frutas, ya que el acarreo al mercado era la única actividad que realizarían. Así pues, cada día de mercado debería comprar cierta cantidad de heno que serviría de alimento a los bueyes, con parte de los ingresos conseguidos por la venta de la fruta.

Su primer día, ya cargada la carreta y cargado el mismo de entusiasmo, partió hacia el mercado imponiendo su autoridad sobre sus sufridos bueyes. Ya superada la mitad del trayecto, encontró una ramificación del camino sobre la que ninguno de sus consejeros le habían advertido. Ordenó parar a sus bueyes y fue suficiente un instante para decidir que continuarían por el camino, dejando la ramificación a su izquierda. Meditaba sobre la oportunidad de su elección cuando vislumbró la loma sobre la que se asentaba el castillo y la población de los alrededores donde estaba el mercado. Llegaré bien de tiempo, pensó mientras arreaba a los bueyes. La población parecía cercana pero el camino que conducía a ella aparentaba cada vez más empinado. Aún no había llegado al mercado y ya despuntaba el sol por detrás, dibujando una larga sombra de los bueyes, su carreta y él mismo que prometía llegar antes que ellos. A medida que se acercaba al mercado se iba reduciendo la sombra proyectada hasta que en lo más alto apareció una plaza en la que ya había asentamientos de otros proveedores de mercancías.

Benito, contrariado por no haber llegado el primero al mercado, se prestó diligentemente a disponer su mercancía y a pregonarla con seguridad y solvencia. Otros vendedores de fruta que habían llegado más temprano, tenían a su alrededor potenciales compradores mientras él culpaba a la lentitud de sus bueyes el no estar dispuesto antes. Notó cómo, poco a poco, se acercaban personas a su puesto interesándose por su mercancía, de la que él destacaba su calidad y frescura. Así transcurrió la mañana hasta que fueron desapareciendo compradores y puestos. Benito apuró hasta que su puesto era el único y ya nadie se interesaba por la escasa fruta que aún le quedaba. Sopesó su bolsa y contó los resultados de sus ventas, pensando que aún hubieran sido mejores si hubiera llegado al mercado antes, vendiendo así toda su carga.

EL HENO DE LOS BUEYES

Para el regreso tomó el camino alternativo sobre el que ya le habían informado algunos de los competidores y compradores. Pero antes debería realizar la provisión de heno, con la que alimentar a sus bueyes a la llegada al monasterio. Pensó que si reducía la cantidad a comprar de heno, la bolsa que entregaría al prior iría mejor equipada. Así lo hizo. Sus bueyes casi no notarían la merma en su alimentación. Ya de regreso en el monasterio, percibió la consideración de sus hermanos y del prior por la bolsa que presentaba. No había estado mal, siendo el primer día.

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LA PERSONA DEL SACO

Alba salía de su casa de la mano de su madre todos los días, camino de su escuela. Salían del portal y tomaban su calle arriba, luego la perpendicular a la derecha y atravesaban el parque donde solía jugar con sus amigas muchas tardes. Al pasar el parque, recorría una larga calle en la que había una tienda de modas con su gran escaparate en el que su madre se detenía todos los días que les sobraba un minuto.

Acababa de cumplir cinco años y el mundo exterior entraba por sus sentidos hasta tal punto que la monotonía del camino a su escuela no le impedía descubrir algo nuevo cada día. Alba observaba los cambios que se producían en el parque y en el escaparate, lugares en los que sus sentidos se relajaban del intenso y ruidoso tráfico de las calles.

Cuento la persona del saco

Cierto día, al comienzo de la primavera, cuando el curso ya estaba bastante avanzado, al cruzar el parque vio en uno de los bancos a una persona sentada junto a un saco repleto de objetos. La vestimenta y la distancia no le permitían descubrir si era hombre o mujer, pero si observó que el saco era viejo ya que estaba remendado con trozos de telas de colores.

Un día preguntó a su madre quien sería esa persona que estaba sentada en el mismo banco todos los días, a cierta distancia del camino que seguían habitualmente. Su madre, sin detenerse, simplemente dijo que sería un indigente. ¿Y que es un indigente? Pues alguien sin los medios necesarios para vivir. ¿Y porqué lleva un saco? Porque será donde lleve todas sus pobres pertenencias.

Cuento la persona del saco

Al pasar por el escaparate y como les sobraba algo de tiempo para llegar a la escuela, su madre se detuvo para ver las novedades expuestas: Diversas ropas de niños y mayores, delicados adornos, zapatos y otros objetos llamativos. Alba recordó a la persona del saco y comprendió lo que su madre le había explicado. El cercano escaparate, luminoso y lleno de colores y formas, contrastaba con la imagen lejana de la persona del saco, distante, gris y sin detalles. Para Alba ese día era diferente a otros porque la mitad restante del camino no se percató de la estridente monotonía del ir y venir de personas y coches. Había comprendido que el contenido del escaparate eran los medios necesarios para vivir y que la persona del saco no disponía de la tarjeta que solían utilizar sus padres cuando iban de compras a las tiendas con escaparates.

Cada día, Alba miraba al banco donde vio a la persona del saco pero no estaba. Sin embargo, el escaparate siempre estaba recordándole qué es lo que necesitaba para vivir. Hasta que un día luminoso, al cruzar el parque, su madre se detuvo a conversar con una vecina y la soltó de la mano confiada en la seguridad del entorno. Alba, al mirar hacia el banco, observó que allí estaba la persona del saco y no dudó en acercarse. Cuando ya estaba cerca tampoco pudo saber si era hombre o mujer, porque sus facciones solo irradiaban una invitación a sentarse a su lado.

Se miraron a los ojos y Alba no se extrañó cuando oyó la voz de esa persona: ¡Hola Alba! ¿Cómo estás? La niña se limitó a responder ¿Qué llevas en el saco? Llevo un regalo para ti y para todas las personas que se acerquen. Mientras Alba, por la sorpresa, no atinaba qué decir, la persona del saco se giró, abrió el saco y guardó en su mano algo que la niña no pudo ver pero sí vio luces y colores a través de la boca del saco durante el breve tiempo que se mantuvo abierto. Esas luces y colores a Alba le recordaron el escaparate, intuyendo que dentro del saco esa persona tenía lo necesario para vivir. Aún estaba absorta en sus pensamientos cuando la persona del saco depositaba sobre su pequeña mano algo suave y cálido, diciéndole mientras se miraban: Guárdalo siempre, es todo lo que necesitas para vivir.

Alba, sin despedirse, corrió al lado de su madre con la mano apretada y notando en su interior esas nuevas sensaciones. Apreciaba que el objeto era redondo y que emanaba cierta luminosidad que se escapaba entre los dedos. Cuando llegó junto a su madre, que aún conversaba con su vecina, se apresuró a mostrarle lo que le había regalado la persona del saco. Ni su madre ni la otra mujer le prestaron atención, mientras se despedían amistosamente. Cuando ya estaba a solas con su madre, insistía en mostrarle el objeto esférico y radiante sobre su mano. Su madre la miraba desconcertada mientras le decía: De qué regalo me hablas, no vea nada en tu mano y tampoco veo a esa persona del saco que vimos aquel día. Alba giró su vista hacia el banco y tampoco vio a la persona del saco. Miró a su mano aún tendida hacia su madre y comprendió que ese objeto que portaba era visible solo para ella; lo guardó en su bolsillo y prosiguieron la marcha hacia la escuela. La madre de Alba meditaba sobre lo acontecido mientras pasaban junto al escaparate, no percatándose de su aspecto. Alba miró hacia el escaparate que estaba sin luz y donde todos los objetos de su interior parecían grises…

FIN

Cuento escrito por Lucía Nante

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UN MUNDO DE VALORES HUMANOS

Lucía solía ir al parque cercano cada domingo, acompañada de su abuelo que vigilaba sus juegos mientras leía algún periódico. Allí podía compartir su tiempo con algunos compañeros del colegio, niños y niñas de la misma edad. Cierto día, Lucía quedó absorta mirando cómo dos personas parecían discutir por algo relacionado con el juego de sus respectivos hijos, utilizando varias veces la palabra “razón”. Cuando parecía que la discusión había concluido, corrió hacia el banco donde su abuelo también observaba la escena. Una vez a su lado preguntó: Abuelo, ¿Qué es la razón?

Lucía preguntaba a su abuelo muchas cosas sobre el mundo que le rodeaba y también el significado de todas las palabras que le resultaban nuevas. El abuelo no había podido oír la conversación de esas dos personas, por lo que le sorprendió la cuestión planteada. Después de unos instantes de reflexión, dijo a Lucía:

«El mundo que habitamos y que sustenta toda la vida que conocemos depende del sol, esa estrella que nos ofrece un día luminoso y que nos aporta lo necesario para vivir en nuestro planeta tierra. Éste es el mundo de la vida«.

 

Cuentos cortos - UN MUNDO DE VALORES HUMANOS

Después de una breve pausa, mientra sondeaba los impávidos ojos de Lucía, prosiguió diciendo: «También existe el mundo de la razón, formado por una estrella y planetas que giran a su alrededor. El material de la estrella es la inteligencia, la misma que poseemos todos los seres humanos. La inteligencia genera toda la energía que sustenta el mundo de la razón, igual que el material del que está formado el sol genera toda la energía de nuestro mundo que nosotros percibimos en forma de luz y calor. Los planetas del mundo de la razón perciben la energía en forma de axiomas…» Lucía, como solía hacer cuando no conocía el significado de un palabra, interrumpió a su abuelo. «¿Qué son axiomas, abuelo?»

«Un axioma es algo muy sencillo«, comenzó diciendo el abuelo. «Es algo que todas las personas Sigue leyendo