Cuando un niño comienza a discernir objetos, colores, formas y conceptos, está abriendo su mente a nuevos aprendizajes para la vida adulta, y no sólo eso, sino que es un método propio de aviso a los padres y educadores, de que está preparado para empezar a realizar tareas que desde siempre se ha pensado que están orientadas a edades más tardías, como puede ser la lectura.
Todo lo que un niño aprenda y consolide en edades tempranas, será un gran paso hacia su posterior desarrollo cognitivo y social, así como una buena dosis de autoestima y autocontrol en su día a día, con la consecución de un pensamiento abstracto adecuado y certero para el mundo infantil, psicológico, social y adulto.
Seguramente no es tan extraño ver a niños de tan sólo año y medio sentados en sus diminutas sillas hojeando libros con ilustraciones, palabras y frases. En estos casos, lo que suele ocurrir es que los padres no se dan cuenta de que esto ocurre, o si lo ven, están tan atareados con otras cosas, que no lo refuerzan adecuadamente, y lo que el niño termina percibiendo es que está sentado un rato «leyendo», y que para lo único que sirve es para descansar un breve momento de las carreras que está haciendo por el pasillo de casa. Sigue leyendo