Érase una vez un colegio situado en el centro de una ciudad muy grande. El colegio estaba rodeado por calles por las que pasaban muchos coches continuamente.
Los niños salían del colegio corriendo y jugando sin parar, y no se daban cuenta del peligro que corrían por tener la calle tan cerca.
Ya habían ocurrido accidentes con los niños, mientras cruzaban la calle sin mirar, o mientras corrían cerca de los semáforos.
Para evitar que siguiera sucediendo esto, un semáforo de la zona pensó: «¿Por qué no aviso a los niños a gritos para que no corran cuando vienen coches?, o ¿les cojo de la mochila para que se den cuenta de que están en peligro..?»
Pensó que sería una buena idea, y se lo contó a su amigo el paso de cebra, sin embargo, cuando terminó de contárselo, éste le dijo: «Si hacemos eso, estaremos destinando a los niños a tener un accidente en otro barrio, ya que estarán confiados de que nosotros les salvaremos, y sin embargo, nosotros no estaremos allí«. El semáforo pensó un poco, y se dio cuenta de que el paso de cebra tenía razón.
Así que decidieron adoptar otra estrategia: «A partir de hoy, cada día, cogeremos a un niño cada uno, y le explicaremos los peligros de cruzar la calle sin mirar o de cruzar jugando, con vídeos en los que vean que pueden tener un accidente muy peligroso.»
Además, cuando vieron que el método funcionaba, que los niños eran los que tenían que ser prudentes al cruzar para evitar accidentes, se lo contaron a otros semáforos y Sigue leyendo