Érase una vez un entrenador de fútbol infantil, llamado Vicente, en cuyo equipo había tres niños que jugaban en la posición de delantero. En cada partido, el entrenador sólo podía sacar al campo un delantero, por lo que a veces tenía problemas para elegir al delantero que debía jugar.
Daba la casualidad, de que los tres niños delanteros eran los mejores jugadores del equipo, con tan mala suerte que sólo uno de ellos podía jugar en los partidos.
El entrenador buscó una solución, pero por mucho que pensaba, no la encontraba.
Además, a Vicente le costaba mucho pedir ayuda, ya que creía que la gente iba a pensar de él que era tonto, por no saber resolver el problema él solo.
Pero un día, los tres niños delanteros se le acercaron, y le dijeron a su entrenador: «Vicente, cuando hay algo que no podemos resolver solos, la mejor solución es pedir ayuda a alguien cercano…»
Entonces, Vicente se acordó de un viejo amigo suyo en el que podía confiar, Sigue leyendo