Cuentos de Personas

WILLY, EL OSO TARTAMUDO

Willy, el oso, vivía desde que era muy pequeñito en un hermoso lugar, en medio de una gran cordillera repleta de árboles y grandes prados verdes, que nadie conocía…

El oso Willy era muy afortunado, pues además de vivir en un lugar maravilloso, tenía toda la comida que quisiera a su disposición… ¡pues era un oso muy glotón!

Pero de repente, una mañana de verano, cuando el oso Willy se despertó, y fue a desayunar al árbol de al lado, se encontró con una imagen desoladora…, ¡algunos árboles se habían secado!.

– «Pero… ¿qué os ha pasado?«, preguntó el oso Willy desolado quedándose boquiabierto, y con lágrimas en los ojos.

Para Willy, aquel sitio era el mejor lugar del mundo, repleto de naturaleza y de vida. Los árboles cubrían todas las montañas formando un manto verde de cientos y cientos de kilómetros, dónde se respiraba aire puro, sin humos ni contaminación.

Cuentos infantiles - El oso del bosque

Sin embargo, desde hacía años, un grupo de hombres lo habían descubierto. De hecho, el oso Willy, intentó asustarles para que nunca más volvieran a aquel lugar, y pudiesen vivir en su hábitat natural. Pero de repente, cuando el oso los tenía atemorizados con su gran cuerpo y su gruñido aterrador, dijo: «¡No no no no…vol vol volvais nunca!«.

Aquellos hombres que hasta el momento estaban atemorizados, al escuchar que Willy era tartamudo, empezaron a reírse sin parar «Ja ja ja ja«, y no le hicieron caso, y al cabo de los meses regresaron para construir un hotel de lujo en medio de la cordillera. Sigue leyendo

JAIMITO, EL NIÑO INVENTOR DE PADEL

Érase una vez un niño, que se llamaba Jaimito, y que jugaba mucho al tenis con su padre. Jaimito había aprendido con él, y por eso le gustaba mucho jugar partidos los fines de semana con su padre.

Jaimito nunca se imaginaba que pudiera inventar un deporte nuevo: el Padel.

La pista de tenis a la que iban a jugar era pequeña, y estaba rodeada de paredes para que las pelotas de tenis no se fueran muy lejos.

Jaimito siempre se preocupaba porque las paredes estaban muy cerca de él, y le impedían así poder jugar bien al tenis. Pero su padre le decía: «Jaimito, olvídate de las paredes, y no pongas excusas porque las paredes no estorban!»

Pero un día tras otro, Jaimito iba viendo las paredes más cerca, y le decía a su padre: «Papá, ¿no notas como la pista es cada vez más pequeña

«No, yo no noto nada… Ya empiezas con tus paranoias Jaimito… Venga anda, ponte a jugar y déjate de películas

Jaimito llegó a pensar que estaba alucinando…, pero un día descubrió que tenía razón cuando sucedió algo inesperado. De repente, mientras jugaba al tenis, oyó una voz que le decía: «Jaimito, soy la pared de la pista de tenis..» Entonces se hizo un gran silencio… Sigue leyendo

EL SOLDADITO PLOMO

Érase una vez, un soldadito llamado Plomo, que pertenecía a la guardia del rey, en un reino muy lejano.

Plomo, tenía ya 60 años, era el jefe de los 3 soldados que formaban la guardia, y se encargaba de que el rey fuera protegido en todo momento.

Un día, Plomo, salió fuera del castillo para reunir a todos sus hombres y les dijo:

Cuentos infantiles - El soldadito de plomo Sigue leyendo

IRIS, LA NIÑA FUTBOLISTA

Había una vez, una niña llamada Iris a la que le gustaba mucho jugar al fútbol con los chicos de su clase. Desde siempre, Iris había sido una niña muy especial, pues no hacía las mismas cosas que el resto de sus amigas, como jugar a las muñecas, jugar a las princesas, pintarse las uñas, sino que Iris prefería irse a jugar al fútbol.

Los chicos de su clase estaban encantados con Iris, pues era mucho mejor que otros niños jugando al fútbol, así que siempre intentaban que Iris estuviese en su equipo. Todos los niños de su clase respetaban que Iris jugara al fútbol.

Pero de repente un día, las amigas de Iris le dieron de lado, pues no era como ellas. Cuando Iris se dio cuenta que sus amigas ya no querían jugar con ella, se sintió muy triste, pues no comprendía que porque a ella le gustase el fútbol, no podía ser su amiga.

Cuentos-cortos-Iris-la-nina-futbolista

 

Una mañana de camino al colegio, Iris se encontró con su amiga Carolina y decidió hablar con ella para que volvieran a ser amigas otra vez:

«Hola Carolina, me gustaría preguntarte algo…«, le dijo Iris algo tímida.

«Si«, le respondió.

«¿Por qué no queréis que seamos amigas?¿Es porque me gusta ir a jugar al fútbol con los chicos de la clase?«, preguntó Iris.

Durante unos instantes, Carolina se quedó sin palabras, pero al final respondió: «Sí, es que pareces un chico Iris, todo el día jugando al fútbol con los niños, y sino, montando en bici …»

Iris que era una niña muy madura para su edad le dijo a Carolina: «Pues Carolina, creo que no es un motivo para que no queráis ser mis amigas, porque si me voy a jugar con ellos, es porque a vosotras nunca os apetece hacer deporte, y a mí me gusta mucho. Creo que podemos ser amigas, porque aunque me vaya algunas veces con los chicos, vosotras sois mis amigas y también me gusta estar jugando con vosotras»

Después de esa conversación, al cabo de unos días, Iris estaba jugando al fútbol en el colegio con los chicos, y de repente, oyó como una voz la estaba llamando: «Iris, ¿puedes venir un momento?». Sigue leyendo

LA SERVILLETA ROSA Y EL NIÑO DEL CAMPING

Érase una vez, un camping en el que pasaban las vacaciones muchos niños y niñas con sus padres.

Uno de esos niños, llamado Juan Carlos, se alojaba en una tienda de campaña muy grande, junto con sus 4 hermanos.

Juan Carlos era distinto porque no le gustaban las cosas normales que le gustaban a los chicos. No le gustaba el fútbol, no le gustaban los coches, y otras muchas cosas de chicos. Y, aunque sí le gustaban las chicas, en el camping siempre le decían que parecía una niña porque no jugaba al fútbol…

En el camping, Juan Carlos, tenía un amuleto muy especial: una servilleta rosa que llevaba siempre en el bolsillo.

 

Cuentos infantiles - La servilleta rosa y el nino del camping

Nadie sabía por qué la llevaba, y un día, un niño vio como Juan Carlos cogía la servilleta rosa de su bolsillo y la olía. Cuando el niño vio eso, gritó: «Juan Carlos es una niña!! Le gusta el color rosa!!»

Juan Carlos se giró a todos los niños y les dijo: «No, no soy una niña, esto es una servilleta que utilicé para limpiarme de algodón dulce el mejor día de mi vida, y la servilleta acabó coloreándose de rosa. Ese día fue cuando mis padres me llevaron al parque de atracciones y nos lo pasamos genial.»

«Cuando estoy triste me sirve para acordarme de ese día y volver a alegrarme.»

«¿Tú tienes algún objeto que te recuerde un momento feliz de tu vida?»

Todos los niños se quedaron con la boca abierta, y se acercaron a oler la servilleta que se había coloreado de rosa por el azúcar, para ver lo bien que olía.

El resto de niños del camping aprendieron que las apariencias engañan, y que no hay que dejarse guiar sólo por lo que ven sus ojos.

Tienes que conocer por dentro a una persona para saber cómo es.

FIN

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