Cuentos de Personas

LA PERSONA DEL SACO

Alba salía de su casa de la mano de su madre todos los días, camino de su escuela. Salían del portal y tomaban su calle arriba, luego la perpendicular a la derecha y atravesaban el parque donde solía jugar con sus amigas muchas tardes. Al pasar el parque, recorría una larga calle en la que había una tienda de modas con su gran escaparate en el que su madre se detenía todos los días que les sobraba un minuto.

Acababa de cumplir cinco años y el mundo exterior entraba por sus sentidos hasta tal punto que la monotonía del camino a su escuela no le impedía descubrir algo nuevo cada día. Alba observaba los cambios que se producían en el parque y en el escaparate, lugares en los que sus sentidos se relajaban del intenso y ruidoso tráfico de las calles.

Cuento la persona del saco

Cierto día, al comienzo de la primavera, cuando el curso ya estaba bastante avanzado, al cruzar el parque vio en uno de los bancos a una persona sentada junto a un saco repleto de objetos. La vestimenta y la distancia no le permitían descubrir si era hombre o mujer, pero si observó que el saco era viejo ya que estaba remendado con trozos de telas de colores.

Un día preguntó a su madre quien sería esa persona que estaba sentada en el mismo banco todos los días, a cierta distancia del camino que seguían habitualmente. Su madre, sin detenerse, simplemente dijo que sería un indigente. ¿Y que es un indigente? Pues alguien sin los medios necesarios para vivir. ¿Y porqué lleva un saco? Porque será donde lleve todas sus pobres pertenencias.

Cuento la persona del saco

Al pasar por el escaparate y como les sobraba algo de tiempo para llegar a la escuela, su madre se detuvo para ver las novedades expuestas: Diversas ropas de niños y mayores, delicados adornos, zapatos y otros objetos llamativos. Alba recordó a la persona del saco y comprendió lo que su madre le había explicado. El cercano escaparate, luminoso y lleno de colores y formas, contrastaba con la imagen lejana de la persona del saco, distante, gris y sin detalles. Para Alba ese día era diferente a otros porque la mitad restante del camino no se percató de la estridente monotonía del ir y venir de personas y coches. Había comprendido que el contenido del escaparate eran los medios necesarios para vivir y que la persona del saco no disponía de la tarjeta que solían utilizar sus padres cuando iban de compras a las tiendas con escaparates.

Cada día, Alba miraba al banco donde vio a la persona del saco pero no estaba. Sin embargo, el escaparate siempre estaba recordándole qué es lo que necesitaba para vivir. Hasta que un día luminoso, al cruzar el parque, su madre se detuvo a conversar con una vecina y la soltó de la mano confiada en la seguridad del entorno. Alba, al mirar hacia el banco, observó que allí estaba la persona del saco y no dudó en acercarse. Cuando ya estaba cerca tampoco pudo saber si era hombre o mujer, porque sus facciones solo irradiaban una invitación a sentarse a su lado.

Se miraron a los ojos y Alba no se extrañó cuando oyó la voz de esa persona: ¡Hola Alba! ¿Cómo estás? La niña se limitó a responder ¿Qué llevas en el saco? Llevo un regalo para ti y para todas las personas que se acerquen. Mientras Alba, por la sorpresa, no atinaba qué decir, la persona del saco se giró, abrió el saco y guardó en su mano algo que la niña no pudo ver pero sí vio luces y colores a través de la boca del saco durante el breve tiempo que se mantuvo abierto. Esas luces y colores a Alba le recordaron el escaparate, intuyendo que dentro del saco esa persona tenía lo necesario para vivir. Aún estaba absorta en sus pensamientos cuando la persona del saco depositaba sobre su pequeña mano algo suave y cálido, diciéndole mientras se miraban: Guárdalo siempre, es todo lo que necesitas para vivir.

Alba, sin despedirse, corrió al lado de su madre con la mano apretada y notando en su interior esas nuevas sensaciones. Apreciaba que el objeto era redondo y que emanaba cierta luminosidad que se escapaba entre los dedos. Cuando llegó junto a su madre, que aún conversaba con su vecina, se apresuró a mostrarle lo que le había regalado la persona del saco. Ni su madre ni la otra mujer le prestaron atención, mientras se despedían amistosamente. Cuando ya estaba a solas con su madre, insistía en mostrarle el objeto esférico y radiante sobre su mano. Su madre la miraba desconcertada mientras le decía: De qué regalo me hablas, no vea nada en tu mano y tampoco veo a esa persona del saco que vimos aquel día. Alba giró su vista hacia el banco y tampoco vio a la persona del saco. Miró a su mano aún tendida hacia su madre y comprendió que ese objeto que portaba era visible solo para ella; lo guardó en su bolsillo y prosiguieron la marcha hacia la escuela. La madre de Alba meditaba sobre lo acontecido mientras pasaban junto al escaparate, no percatándose de su aspecto. Alba miró hacia el escaparate que estaba sin luz y donde todos los objetos de su interior parecían grises…

FIN

Cuento escrito por Lucía Nante

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UN MUNDO DE VALORES HUMANOS

Lucía solía ir al parque cercano cada domingo, acompañada de su abuelo que vigilaba sus juegos mientras leía algún periódico. Allí podía compartir su tiempo con algunos compañeros del colegio, niños y niñas de la misma edad. Cierto día, Lucía quedó absorta mirando cómo dos personas parecían discutir por algo relacionado con el juego de sus respectivos hijos, utilizando varias veces la palabra “razón”. Cuando parecía que la discusión había concluido, corrió hacia el banco donde su abuelo también observaba la escena. Una vez a su lado preguntó: Abuelo, ¿Qué es la razón?

Lucía preguntaba a su abuelo muchas cosas sobre el mundo que le rodeaba y también el significado de todas las palabras que le resultaban nuevas. El abuelo no había podido oír la conversación de esas dos personas, por lo que le sorprendió la cuestión planteada. Después de unos instantes de reflexión, dijo a Lucía:

«El mundo que habitamos y que sustenta toda la vida que conocemos depende del sol, esa estrella que nos ofrece un día luminoso y que nos aporta lo necesario para vivir en nuestro planeta tierra. Éste es el mundo de la vida«.

 

Cuentos cortos - UN MUNDO DE VALORES HUMANOS

Después de una breve pausa, mientra sondeaba los impávidos ojos de Lucía, prosiguió diciendo: «También existe el mundo de la razón, formado por una estrella y planetas que giran a su alrededor. El material de la estrella es la inteligencia, la misma que poseemos todos los seres humanos. La inteligencia genera toda la energía que sustenta el mundo de la razón, igual que el material del que está formado el sol genera toda la energía de nuestro mundo que nosotros percibimos en forma de luz y calor. Los planetas del mundo de la razón perciben la energía en forma de axiomas…» Lucía, como solía hacer cuando no conocía el significado de un palabra, interrumpió a su abuelo. «¿Qué son axiomas, abuelo?»

«Un axioma es algo muy sencillo«, comenzó diciendo el abuelo. «Es algo que todas las personas Sigue leyendo

JUANILLO, EL NIÑO VELOZ

Había una vez un niño chiquitillo, Juanillo, que tenía un pequeño problema en las piernas, y es que cuando hacia carreras con sus amigos le temblaban las piernas y nunca conseguía ganar.

Él se sentía muy mal y no quería hacer mas carreras con sus amigos porque siempre le ganaban. Entonces un día, un amigo de la clase de al lado le dijo: «¿quieres que te diga como ganar las carreras con tus amigos?», y Juanillo, contestó: «claro que sí, quiero ganar a mis amigos alguna vez».

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Entonces, fueron a la pista de carreras del colegio, y allí el chico de la clase de al lado, le estuvo diciendo trucos para que sus piernas fueran más fuertes y así obtendría más potencia en las carreras. Estuvieron entrenando durante 3 horas, y cada vez, Juanillo veía como, en cada nueva carrera, conseguía mejorar su tiempo.

A las 2 semanas, Juanillo estaba con sus amigos y les propuso hacer una carrera, entonces uno de sus amigos le dijo » pero Juanillo, si tu nunca ganas una carrera!!». Juanillo hizo como si no lo hubiera escuchado nada y fueron a la pista para empezar la competición…

La carrera empezó, y Juanillo puso en práctica todo lo que había aprendido con su amigo mayor de la clase de al lado. Corría y corría tan rápido que ninguno de sus amigos pudo alcanzarlo, y por fin, Juanillo consiguió ganar su primera carrera.

FIN

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HERCULES EL GRAN CAMPESINO

Había una vez un niño llamado Hércules, el cual vivía en un poblado junto a sus padres y sus dos hermanos Lili y Aarón. Sus padres eran campesinos y trabajaban en el campo encargandose de recolectar el cultivo para después venderlo a los demás aldeanos. Gracias al dinero que conseguían con las ventas podían subsistir.

Juan, el padre de Hércules, era muy mayor y le costaba cada día más ir al campo a arar y recoger la cosecha. Pero un día, su hijo Hércules se fue con él al campo y empezó a recolectar y trabajar las tierras tan rápido como un lince. Parecía que Hércules tuviera una fuerza especial para ese tipo de trabajo. Los arados pesaban toneladas y él era capaz de moverlos sin apenas ningún esfuerzo, mientras que su padre, para mover esos mismos arados se tenía que ayudarse de dos bueyes.

cuento de hercules

A partir de aquel descubrimiento, Hércules se encargaba de todas esas duras tareas en el campo, para que su padre Juan no tuviera que trabajar tanto y pudiera disfrutar de más tiempo libre.

FIN

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LA MUJER BUENA Y LOS TRES NIÑOS

cuento mujer buena y tres niñosHabía una vez tres niños que eran pobres, que vivían en un pueblo cerca de un río que era muy largo. Todos los días pedían dinero para comer y estar con alguien que les cuidase a Paula, Carlos y Sergio.

Los niños eran muy buenos y siempre ayudaban a sus padres en todo lo que podían. Un día una joven mujer que pasó cerca del río y vio a los niños, les dijo que si necesitaban ayuda para comer, ir a la escuela o comprarse ropa nueva, no tenían más que pedírselo a ella o a su marido ya que estarían encantados de ayudarles en todo lo que fuera posible, ya que ellos no tenían niños pero les gustaban mucho.

A partir de ese día, los niños iban a visitar muy a menudo a esta mujer a su casa porque a Paula, Carlos y Sergio, les encantaba el perro que tenía en su casa, Laky, y podían jugar con ellos.

FIN

Escrito por Laura, 10 años.

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