RELATO CORTO Nº II DE LA SERIE DAUCH
Dauch del Norte había evolucionado hacia una única tribu, bien organizada y con capacidad de asegurar la alimentación y protección a todos sus miembros. Sus avances tecnológicos aplicados a la obtención de alimentos, habían sido posibles gracias a sus abundantes recursos mineros, que comenzaron a explotar cuando políticamente se constituyeron en una nación y su tecnología rudimentaria comenzaba a aportar mejoras a la población. Esto permitió que apareciesen nuevas ocupaciones para los miembros de esta sociedad. Entre los habitantes del norte se respiraba paz y confianza en el futuro.
Dauch del Sur había evolucionado hacia una organización en la que las diferentes tribus seguían manteniendo su identidad, aunque sometidas a una autoridad que garantizaba cierta estabilidad y paz al conjunto. Las relaciones entre las diferentes tribus eran escasas, gracias a su gran autonomía en la alimentación y protección a sus miembros. Sin embargo, la tecnología aplicada a la obtención de alimentos apenas había evolucionado, quizás porque las tierras eran abundantes y fértiles, asegurando alimentos suficientes. La organización social adquirida se derivaba de su estructura agraria, por lo que la dedicación de algunos de sus miembros a la política solo podría ser si los otros dedicaban más tiempo a la agricultura. Es decir, esas marcadas diferencias sociales propiciaban la división en clases. Esta situación creaba tensiones internas y desconfianza entre los miembros de las tribus del sur.
Los habitantes de Dauch del Norte, poco a poco, habían ido desterrando creencias infundadas y ya no desconfiaban de las montañas. Habían enviado expediciones bien organizadas de las que, a pesar del peligro, siempre volvía algún miembro, pudiendo así contar lo que habían visto. En cierta ocasión, una de estas expediciones contó que detrás de las montañas no estaba la cuna del sol, sino que se abría un gran espacio y que el sol aparecía mucho más allá de lo que ellos habían creído siempre.
Decidieron lanzarse a la conquista de ese espacio, tan necesario para atender las necesidades de expansión que llevaban dentro.
Los habitantes de Dauch del Sur jamás subieron a las montañas. De las montañas venía el agua cuando sus altas cimas cambiaban del blanco al verde y no necesitaban más de ellas. Allí residían los dioses que les facilitaban lo necesario para vivir y allí irían todos al morir. Siempre miraron a las montañas con respeto, hasta que un día vieron un asentamiento en sus laderas no reconocido como propio. Durante algún tiempo, un grupo de observación se acercó sigilosamente cerciorándose de que eran como ellos, pero con vestimentas, enseres y costumbres diferentes. Se preguntaron si eran enviados de los dioses, provistos de artilugios desconocidos por ellos. Por si acaso, las tribus del sur se organizaron para hacer frente a las posibles agresiones de esos desconocidos, creando un amplio asentamiento defensivo en el valle donde habían avistado a los invasores.
En Dauch del Norte ya eran conscientes del descubrimiento de una gran extensión de territorio al otro lado de las montañas. También eran conocedores de la existencia de otros humanos habitantes del sur, mucho más numerosos que ellos, pero peor pertrechados y peor organizados. Habían evaluado la conquista por la fuerza y habían desistido, porque su ventaja tecnológica no era suficiente. Los del sur, además de ser muy superiores en número, estaban en su terreno, muy llano. Deberían negociar, ya que el sur disponía de abundante producción de alimentos y grandes superficies aún sin explotar, tan necesarias para el crecimiento propio. Una expedición bien armada y pertrechada se puso en marcha con la intención de dialogar con los habitantes del sur y exponerles un plan de cooperación.
Los intentos de dialogo de la expedición del Norte fueron inútiles, al no poder comunicarse con los del sur de forma efectiva. Hablaban de forma diferente y la desconfianza reinante superaba a las buenas intenciones. El enfrentamiento fue inevitable hasta que la expedición del norte rodeó y desarmó a la expedición del sur. Esta vez eran equivalentes en número, por lo que el armamento y la estrategia de los del norte prevalecieron sobre la desorganización y rudimentos de armas de los del sur. Los responsables de ambas expediciones se reunieron y mediante gestos y dibujos, los del norte hicieron comprender a los del sur el mensaje. Poco después en las asambleas de ambas naciones se debatió la cuestión propuesta por Dauch del Norte.
Dauch del Norte disponía de una avanzada tecnología aplicable a la agricultura, que redundaría en mayores producciones de los campos de Dauch del Sur al tiempo que reduciría las largas jornadas de trabajo de sus agricultores. Dauch del Sur sería el granero de Dauch del Norte y, a cambio, el sur recibiría formación y tecnología para la mejora de sus viviendas y otras necesidades de sus habitantes. Habían llegado a un acuerdo de colaboración y comercio entre las dos sociedades, que les permitiría crecer a ambas. Lo primero sería establecer rutas de comunicación, construyendo caminos y puentes. También desterrar creencias y sustituirlas por las nuevas evidencias, haciendo que lleguen a los más recónditos poblados. En resumen, una nueva cultura debería imponerse sobre esas dos culturas previas que evolucionaron sin contacto desde tiempos remotos.
FIN
Relato corto escrito por: Lucía Nante
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